Archive for octubre 2008|Monthly archive page
CINESTUDIO (1968)
Críticos españoles escogieron sus 10 películas sonoras preferidas.
1. La palabra (Dreyer, 1954)
2. Fellini, ocho y medio (Fellini, 1963)
3. Ciudadano Kane (Welles, 1940)
4. Ladón de bicicletas (De Sica, 1948)
5. La aventura (Antonioni, 1960)
6. Cantando bajo la lluvia (Donen/Kelly, 1952)
7. De entre los muertos (Hitchcock, 1958)
8. Iván el Terrible (Eisenstein, 1944)
9. La guerra ha terminado (Resnais, 1966)
10. ¡Qué noche la de aquel día (Lester, 1964)
CAHIERS DU CINEMA (1958)
Votación realizada por los críticos de la revista como protesta ante el escrutinio de la Expo de Bruselas.
1. Amanecer (Murnau, 1927)
2. La regla del juego (Renoir,1939)
3. Te querré siempre (Rossellini,1953)
4. Iván el Terrible (Eisenstein,1944)
5. El nacimiento de una nación (Griffith,1915)
6. Mister Arkadin (Welles, 1955)
7. La palabra (Dreyer, 1954)
8. Cuentos de la luna pálida (Mizoguchi,1953)
9. L´Atalante (Vigo,1934)
10. La marcha nupcial (Von Stroheim,1928)
11. Atormentada (Hitchcock,1949)
12. Monsieur Verdoux (Chaplin,1946)
EXPO DE BRUSELAS (1958)
Historiadores votan las 12 mejores películas de la historia.
1. El acorazado Potemkin (Eisenstein, 1925)
2. La quimera del oro (Chaplin, 1925)
3. Ladrón de bicicletas (De Sica, 1948)
4. La pasión de Juana de Arco (Dreyer, 1928)
5. La gran ilusión (Renoir, 1937)
6. Avaricia (Stroheim, 1923)
7. Intolerancia (Griffith, 1916)
8. La madre (Pudovkin, 1926)
9. Ciudadano Kane (Welles, 1940)
10. La tierra (Dovjenko, 1930)
11. El último (Murnau, 1924)
12. El gabinete del doctor Caligari (Wiene, 1910)
cinemateca belga (1952).
Directores de cine de todo el mundo votan sus películas preferidas.
1. El acorazado Potemkin (S.M.Eisenstein, 1925)
2. La quimera del oro (Chaplin, 1925)
3. Ladrón de bicicletas (De Sica, 1948)
4. Luces de la ciudad (Chaplin, 1930)
5. La gran ilusión (Renoir, 1937)
6. El millón (Clair, 1931)
7. Avaricia (Von Stroheim, 1923)
8. ¡Aleluya! (Vidor, 1929)
9. La comedia de la vida (G.W.Pabst, 1931)
10. Breve encuentro (Lean, 1946)
11. Intolerancia (D.W.Griffith, 1916)
12. Hombres de Arán (R.Flaherty, 1934)
LA VENGANZA DE ULZANA (1972) de Robert Aldrich
Robert Aldrich, cineasta que pertenece a la que ha sido denominada como «generación de la violencia» (os remito al magnífico estudio de la revista Nosferatu de octubre del 2006 titulado La «generación de la violencia» del cine norteamericano) realizó cuatro westerns a lo largo de su carrera: Apache (1954), Veracruz (1954), El último atardecer (The last sunset,1961) y La venganza de Ulzana (Ulzana´s raid,1972), el mejor de todos y la obra maestra de su autor. Dos de ellos tienen similar argumento (en Apache, Burt Lancaster da vida al indio perseguido, en La venganza de Ulzana interpreta al explorador del ejército perseguidor, un personaje cansado, desengañado, que me recuerda a los creados para Visconti y Louis Malle en El gatopardo (Il gattopardo,1963) y Atlantic City (1980) respectivamente), pero el tratamiento que les otorga Aldrich es radicalmente distinto. Si Apache, aún siendo un film apreciable, pecaba de ingenuidad y de «mensaje», La venganza de Ulzana es triste, seca, directa, como un lingotazo de whisky y, por momentos, cercana al cine de terror.
Pocas veces el género ha tratado la violencia de forma tan real y cercana y, a la vez, sin remarcarla, sin cargar las tintas -los peores momentos no se muestran, creando aún más desasosiego-. Lo que en Grupo salvaje (The wild bunch,1969) era coreografía de una violencia que sentimos alejada gracias a la cámara lenta, y en el engendro perpetrado por Ralph Nelson Soldado azul (Blue soldier,1970) era puro gore y chabacanería, en el film de Aldrich es fisicidad, elegancia narrativa y ausencia de énfasis innecesario, similar a lo que consigue Gordon Douglas en su gran western Río Conchos (1964).
Editada en DVD por Universal.
ARIANE (1957) de Billy Wilder
Las películas de determinados directores, incluso sus grandes obras maestras, me resultan a menudo perfectas en exceso, demasiado cerradas, demasiado matemáticas, como si les faltara un agujero por el que respirar. Desde luego, ésta es una opinión muy personal y, sin duda, equivocada, pero como espectadores es lógico que, en definitiva, nuestra percepción sea más emocional que intelectual.
Entre estos directores situaría -reconozco que he pecado- a tres de los más grandes: Mankiewicz, Hitchcock y Wilder- en el otro equipo, para entendernos, estarían Ford, Mizoguchi y Erice (¿para cuándo otra película?)-. Y los tres realizaron, al menos, un film que supone la excepción a lo expuesto anteriormente. En el caso de Mankiewicz escogería El fantasma y la señora Muir (The ghost and Mrs.Muir,1947), de la cual nos ocuparemos en próximas fechas; de Hitchcock, sin duda, De entre los muertos (Vertigo,1958), que además es su obra maestra absoluta, la más misteriosa, viva e inabarcable de sus películas, reconocida desde hace tiempo como una de las grandes obras del cine; y en la filmografía de Wilder aparece, rodeada de películas perfectas, analizadas mil veces y emitidas por televisión otras mil, un film pequeño, no muy conocido y habitualmente despachado con rapidez en los estudios sobre su autor: Ariane (Love in the afternoon).
¿Qué le voy a hacer? A mí, entre tanta película redonda del genio vienés, me sigue pareciendo la más encantadora, la más cercana de todas. Divertida y triste a partes iguales, con unos diálogos-como siempre- brillantísimos, a cargo del propio Wilder y de I.A.L.Diamond, es su film menos intelectual. Posiblemente no alcance la maestría de, por ejemplo, El apartamento (The apartment,1960), pero la emoción y la perfección no siempre son hermanas. Y, por supuesto, en él aparece una Audrey Hepburn más maravillosa que nunca (si eso es posible), sin la cual ni ésta ni ninguna otra de sus películas habrían sido lo mismo. Ella siempre será la chica misteriosa cuyo nombre empieza por A y que, cuando Mr. Flannagan (Gary Cooper) le pregunta: «Who are you?», simplemente responde: «You know who I am. I am the girl in the afternoon». Pues eso. Audrey será siempre «the girl in the afternoon». ¿Será por eso que me gusta tanto esta película?
Editada en DVD por Regia Films.
DIES IRAE (1943) de Carl Theodor Dreyer
Hay determinadas novelas y películas que, dada su popularidad y relevancia, eclipsan el resto de la obra de su autor. En literatura el caso más claro es El Quijote. En cine, uno de los films que, durante mucho tiempo, más ha tapado a sus hermanos ha sido La palabra (Ordet, 1955), el milagro -en todos los sentidos- filmado por Carl Theodor Dreyer, acaso la menos vista, la menos popular de las películas imprescindibles. Desde hace unos años, la última obra del genio danés, Gertrud (1964) -mi preferida de entre las suyas-, pasada a bayoneta por la crítica en el momento de su estreno, va haciéndose un hueco en las listas de los mejores films, pero sin llegar aún al prestigio de la anterior.
Siempre a su sombra, Dies irae (Vredens dag, 1943) es otra obra maestra de Dreyer. Historia de amor y muerte, de adulterio, brujería y fanatismo religioso, enmarcada en una comunidad protestante de la Dinamarca del siglo XVI, guarda escenas imborrables, como la muerte de la anciana en la hoguera mientras un coro de niños entona el réquiem «El dia de la ira», o la confesión final de Ana, mintiendo cuando reconoce su condición de bruja porque se ha quedado sola, porque ya no le importa morir, en uno de los suicidios más estremecedores del cine: «Te veo a través de mis lágrimas, pero ya nadie viene a secármelas».
Mientras en Europa el movimiento cinematográfico de moda era el neorrealismo italiano, hijo de su momento histórico, que nos ha legado algunas grandes obras y otras que no han aguantado bien el paso del tiempo, en Dinamarca el señor Dreyer construía este monumento fílmico atemporal, alejado de movimientos y modas, que aún hoy se mantiene firme porque no necesita de mensajes sociales o políticos explícitos para sostenerse: cine en estado puro.
Desde luego que no es una película fácil para cualquier paladar, pero la emoción, la luz, la pintura que destilan sus imágenes -como pudo comprobar quien visitara la exposición del año pasado, organizada por el CCCB, en la que se relacionaba la obra del pintor danés Hammershoi con la de Dreyer- y, en fin, el acercamiento a un cine distinto al que nos han acostumbrado bien valen el esfuerzo de la visita.
Editada en DVD por Filmax.
EL VIENTO Y EL LEÓN (1975) de John Milius
De 1975 datan las dos últimas obras maestras del cine de aventuras: la muy conocida, quizás gracias a su director, El hombre que pudo reinar (The man who would be king), adaptación del relato homónimo de Rudyard Kipling, dirigida por John Huston, y la menos popular El viento y el león (The wind and the lion), escrita y dirigida por John Milius, quien probablemente sea más famoso por trasladar el personaje de Conan el bárbaro al cine y por firmar el guión de Apocalipse now (1979), de Coppola -film que, por otro lado, mejoró mucho cuando lo apellidaron Redux.
Historia de piratas en el desierto (en los años cuarenta podía haber tenido como marco el océano y como director a Raoul Walsh o Michael Curtiz), la película de Milius, ambientada en el conflicto entre Tánger y Washington de principios del siglo XX, refleja ante todo la nostalgia por una época que desaparece- mostrada a través de los ojos de un niño que vive las luchas de sus mayores como la gran aventura de su vida-, y el comienzo de otra en la que el viento y su política barren al león y sus viejas costumbres.
Film esencialmente crepuscular, no resulta difícil relacionarlo con determinados westerns, y especialmente con El hombre que mató a Liberty Valance (The man who shot Liberty Valance,1962), de John Ford, donde los políticos y las leyes escritas vienen a sustituir a la natural «ley del oeste». Por otra parte, y como curiosidad, compárese la escena en que van a liberar al personaje protagonista, interpretado por Sean Connery, con el momento en que se disponen a rescatar al mejicano Angel en otra obra maestra del western, Grupo Salvaje (The wild bunch,1969), de Sam Peckinpah, prólogo a la mayor ensalada de tiros y hemoglobina de la historia (del cine).
El relato que de sus desventuras realiza Peachey Carnehan (Michael Caine) al final de la película de Huston, y la silueta del jefe de los bereberes a caballo preguntando a uno de sus hombres: «-¿No hay nada en tu vida por lo que merezca la pena perderlo todo?», cerrando el film de Milius, representan los últimos coletazos del cine de aventuras clásico. Si antiguamente el género se utilizaba como envoltorio para contar buenas historias en las que lo esencial eran los personajes, las batallitas en las galaxias y las búsquedas de arcas y griales se encargaron de darle la vuelta a la tortilla, utilizando un argumento como excusa para la acumulación de explosiones,batallas,persecuciones y efectos especiales, lo cual, a estas alturas de la película, podría considerarse ya como un nuevo género.
Editada en DVD por Columbia.
UN CORAZÓN EN INVIERNO (1992) de Claude Sautet
Contaba el director Claude Sautet en una entrevista que del cuento de Lermontov La princesa Mary, punto de arranque de la película, en el guión final «sólo quedó una idea: enamorar a una mujer por el placer perverso de decirle: «No la quiero». Así actúa Stéphane, el personaje central (enorme Daniel Auteuil), cuya actitud da título al film: vacío por dentro, incapaz de reconocer y expresar sus sentimientos, jugará con los de los demás hasta autodestruirse.
Pocas películas aúnan como ésta un ritmo pausado, fluido, con una tensión que siempre late bajo las situaciones, bajo las miradas. Los personajes son inteligentes, cultos, refinados, guardan las formas, hablan poco y generalmente de cosas banales, pero a su alrededor se notan las emociones que no se ven, que no se dicen, como si la teoría del iceberg de Hemingway sobre el relato (la mayor parte de lo que se está contando no está en la superficie) se hubiera trasladado de la literatura al cine.
Fue en el cine Casablanca donde, hace ya 16 años, vi tres veces esta maravillosa, hipnótica película, dirigida en estado de gracia por Sautet (guionista de esa obra capital del terror europeo titulada Ojos sin rostro (Les yeux sans visage, 1960), de Georges Franju), y desde entonces he vuelto a verla varias veces en formato doméstico, y sigo pensando que es una de las obras mayores de todo el cine francés.
Editada en DVD por Filmax.