Archive for abril 2009|Monthly archive page
AGENTE ESPECIAL (1955) de Joseph H. Lewis
El estadounidense Joseph H. Lewis es otro de los directores que desarrollaron su carrera cinematográfica en el ámbito de la serie B, realizando películas, con mayor o menor fortuna, para una gran variedad de géneros. Sus mejores trabajos los encontramos en el cine negro, con tres magníficos films que son la cima de su filmografía: Relato criminal (The undercover man, 1949), con Glenn Ford; El demonio de las armas (Gun crazy, 1949), el más famoso de todos y el que ha propiciado la revalorización de su autor, antecedente de Bonnie and Clyde (1967), de Arthur Penn; y Agente especial (The big combo, 1955).
Agente especial es posiblemente la película más negra de todas las realizadas por Lewis (bueno, de las que he visto), por su ambientación, su fotografía, y por la historia que nos cuenta. El guión de Philip Yordan -uno de los grandes-, además de narrarnos la persecución a que es sometido un gángster por parte del, a priori, típico policía íntegro, aporta otros elementos que enriquecen el relato: la crítica a la sociedad y a la ley, que permiten el abuso de poder por parte de cualquiera que tenga dinero; las razones personales del policía Diamond (Cornel Wilde) para dedicar tanto empeño y dinero público en atrapar a Brown (Richard Conte); la relación homosexual que se sugiere y se intuye entre los dos matones al servicio del gángster, etcétera.
Dentro de la general brillantez con que está resuelta la película, destaca la escena del asesinato de McClure, el gángster venido a menos ridiculizado por Brown. Antes de ser ametrallado le quitan el audífono para que, al menos, no pueda escuchar su propia muerte. Lewis adopta el punto de vista de la víctima y así, en un plano subjetivo, vemos los fogonazos de los disparos pero no los oímos. Una escena que merece estar en cualquier antología del género.
Editada en DVD por Regia Films.
El mejor cine de Sydney Pollack: LAS AVENTURAS DE JEREMIAH JOHNSON (1972) / YAKUZA (1975)
A punto de terminar la década de los 60 Sydney Pollack dirigió Danzad, danzad, malditos (They shoot horses, don´t they?, 1969), su primera gran película, basada en una magnífica novela de Horace McCoy, publicada en España con el título ¿Acaso no matan a los caballos? Pocos años más tarde, el cineasta norteamericano realizaría las que me parecen, de largo, sus dos obras maestras, dos films que, en una época de profundos cambios en el cine de Hollywood, aún conservan el aroma del cine clásico, algo que, en el fondo, Pollack mantuvo, con mayor o menor acierto, durante toda su filmografía.
En Las aventuras de Jeremiah Johnson (Jeremiah Johnson), con un soberbio guión de John Milius y Edward Anhald, Pollack nos narra la historia de un hombre -interpretado por Robert Redford- que huye de la naciente civilización hacia las montañas para vivir en soledad, enfrentándose al frío, la nieve y los indios. Con un empleo magistral del scope (p.e. el encuadre de la cruz en la tumba, Jeremiah Johnson, y la mujer que ha enloquecido tras el ataque de los indios), Pollack demuestra que siendo un buen narrador puedes moverte en cualquier género (cómo evoluciona la relación entre Johnson, la india con la que es obligado a casarse, y el niño huérfano que ha perdido el habla, sólo a base de miradas, hasta el momento en que vuelve a quedarse solo), y consigue uno de esos westerns sin fisuras que se nos acaban sin darnos cuenta.
Yakuza (The Yakuza), con otro fantástico guión, firmado por los también directores Paul Schrader -admirador del cine japonés y autor de uno de los estudios más conocidos sobre el cineasta Yasujiro Ozu- y Robert Towne, y con Robert Mitchum en uno de sus últimos grandes papeles, es una historia de honor, deber, renuncia y soledad con el marco de la mafia japonesa como telón de fondo, en la que el tratamiento de los personajes y de la violencia bebe tanto del cine clásico americano como del japonés (en el fondo, directores como Ford o Mizoguchi hablaban idiomas parecidos). La larga escena de la última lucha, impresionante, recuerda el final de la película Harakiri (Seppuku, 1962), una de las mejores obras de Masaki Kobayashi, y no me extrañaría su influencia en la sobrevalorada Kill Bill (2003/2004) de Quentin Tarantino.
Editadas en DVD por Warner.
DOBLE SESIÓN CON TOM RIPLEY: A PLENO SOL (1959) de René Clément / EL AMIGO AMERICANO (1977) de Wim Wenders
En 1955 aparece publicada la novela El talento de Mr. Ripley (The talented Mr. Ripley), la carta de presentación del personaje seductor, culto, amante del buen vino, estafador y asesino creado por la magnífica escritora Patricia Highsmith, y que últimamente va apareciendo en alguna lista de las mejores novelas del siglo xx. Tras ella, otras cuatro obras, todas buenísimas, tienen a Tom Ripley como protagonista: La máscara de Ripley (Ripley under ground, 1970), El juego de Ripley (Ripley´s game, 1974), Tras los pasos de Ripley (The boy who followed Ripley, 1980) y Ripley en peligro (Ripley under water, 1991), todas ellas publicadas por Ed. Anagrama. Sólo la primera y la tercera han sido llevadas al cine.
El realizador francés René Clément adapta la primera de las novelas en A pleno sol (Plein soleil), con Alain Delon en el papel de Ripley. Valiéndose de una fotografía (en color y muy pictórica, obra de Henri Decae), una música (Nino Rota), y un ritmo nada propios, a priori, de un film de intriga, y cambiando el final, que en la novela propicia la continuidad del ciclo, Clément consigue una obra maestra y su película más conocida junto a Juegos prohidos (Jeux interdits, 1951). La propia Patricia Highsmith dijo que era la mejor adaptación de una de sus obras, por encima incluso de Extraños en un tren (Strangers on a train, 1951), de Hitchcock.
En 1999 se estrenó una versión homónima de la novela dirigida por Anthony Minghella, absolutamente plana e insulsa, en parte por contar con un imposible Matt Damon dando vida (o muerte) a Tom Ripley.
La tercera de las novelas del ciclo es adaptada por el alemán Wim Wenders en El amigo americano (Der amerikanische freund), uno de sus mejores films, en el que consigue aunar lo mejor del cine de género americano (p.e. la escena del asesinato en el tren) con el ritmo más pausado característico del cine europeo. Junto a un sorprendente Dennis Hopper interpretando a Ripley con sombrero vaquero, y a un, como siempre, magnífico Bruno Ganz, en la película aparecen en papeles secundarios Sam Fuller y Nicholas Ray, como homenaje de Wenders a unos cineastas a los que admiraba.
Liliana Cavani dirigió una nueva adaptación de la historia, con el mismo título que la novela, estrenada en 2002. Vale la pena verla por la interpretación de John Malkovich y porque es bastante mejor que los horrores a los que nos tenía acostumbrados la directora de Portero de noche.
A pleno sol está editada en DVD por Manga Films.
El amigo americano está editada en DVD por Filmax.
EL CUARTO HOMBRE (1952) de Phil Karlson
Algunos magníficos cineastas de la época dorada de Hollywood, que generalmente dirigían películas de bajo presupuesto, permanecen hoy prácticamente olvidados. La obra de realizadores como Joseph H. Lewis, André de Toth, Irving Lerner, Allan Dwan, Edgar G. Ulmer, Rudolph Maté -director de fotografía en Vampyr (1932), de Dreyer-, o la más conocida por su faceta como actriz Ida Lupino, ha sido tardíamente vindicada y es de muy difícil acceso, reduciéndose éste a limitados pases en las filmotecas y a alguna despistada edición en dvd (de la tan cacareada televisión cultural del PSOE mejor no hablar).
Uno de los menos conocidos es Phil Karlson, director que puso su talento al servicio de toda clase de géneros pero que destacó sobre todo, como varios de los citados, en el cine negro, campo ideal para el cultivo de la serie B. Si por alguna película es recordado Karlson ésta es El imperio del terror (The Phenix City story, 1955), una de las obras del género que con mayor libertad critica la corrupción, a todos los niveles, de la época.
El cuarto hombre (Kansas City confidential, 1952) es otro magnífico ejemplo del cine negro de Karlson y de la libertad creadora que otorgaba la serie B: la violencia que emplean los policías para que el sospechoso del atraco confiese difícilmente podría reconocerse en films de mayor presupuesto. Sin ser una obra redonda -el personaje femenino está metido con calzador, buscando el final feliz-, El cuarto hombre supone una buena muestra de un tipo de cine directo y conciso, que no se andaba por las ramas para explicar una buena historia. Como ejemplo de cómo se las gastaban estos cineastas bastan los primeros minutos del film: sin una sola línea de diálogo sabremos que alguien está planeando atracar un banco; cómo y a qué hora se realizará el atraco; quién servirá de señuelo para la policía; y cómo es, dónde está y por qué el primero de los delincuentes que van a ser reclutados para llevar a cabo el trabajo. A algunos en el cine actual les llevaría media película exponer todo eso.
Editada en DVD por Sogemedia.
EL PROFESOR CHIFLADO (1963) de Jerry Lewis
La novela de Robert Louis Stevenson El extraño caso del Dr.Jekyll y Mr.Hyde (The strange case of Dr.Jekyll and Mr.Hyde, 1886) ha sido llevada al cine de manera más o menos fiel en incontables ocasiones. Quizá las dos adaptaciones más populares y literales sean El hombre y el monstruo (Dr.Jekyll and Mr.Hyde, 1932) de Rouben Mamoulian, con la que Fredric March consiguió el Oscar por su doble interpretación, y El extraño caso del Dr.Jekyll y Mr.Hyde (Dr.Jekyll and Mr.Hyde, 1941) de Victor Fleming, con Spencer Tracy de protagonista.
Jerry Lewis formó junto a Dean Martin una de las más famosas parejas cómicas del cine durante los años 40 y 50. Una vez separado el dúo, Lewis siguió interpretando varias magníficas comedias en las que sus gags suplían la casi total ausencia de argumento, como Lío en los grandes almacenes (Who´s minding the store?, 1963) y Caso clínico en la clínica (The disorderly orderly, 1964), ambas dirigidas por Frank Tashlin, y además comenzó a realizar sus propias películas, debutando en 1960 con El botones (The bellboy), donde plasma más que nunca la herencia recibida del cine cómico mudo.
En 1963 los caminos de Lewis y Stevenson se cruzan, y el resultado es El profesor chiflado (The nutty professor), una de las comedias más absolutamente delirantes del cine norteamericano, escrita, junto a Bill Richmond, por el propio Lewis. El Jekyll de Stevenson adopta aquí los rasgos del profesor Julius Kelp, desgarbado, patoso y feo como el demonio, quien harto de intentar cambiar su aspecto por los métodos tradicionales (la escena del gimnasio no tiene desperdicio) creará una pócima que logre transformarle. Así nace el seductor Buddy Love (ojito con el nombre), personaje antológico, parodia al parecer de Dean Martin, que protagoniza los mejores momentos de la película.
Varios años más tarde Jerry Lewis demostraría que no sólo era un gran actor y director de comedias revalorizadas con el paso del tiempo, sino que también podía dar la talla como actor dramático protagonizando, junto a Robert De Niro, el film de Martin Scorsese El rey de la comedia (The king of comedy, 1983).
Editada en DVD por Paramount (las tomas falsas son tan divertidas como la película).