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JESÚS DE NAZARET, un guion de Carl Theodor Dreyer

La vida de Jesús de Nazaret ha dado pie a muchas y muy distintas adaptaciones cinematográficas, algunas estimables, aunque el nivel general no es precisamente para tirar cohetes. Algunos ejemplos: Rey de reyes (King of kings, 1961), una buena película que no está entre lo mejor de Nicholas Ray (en 1927 se estrenó un film mudo de igual título, dirigido por Cecil B. DeMille); El evangelio según San Mateo (Il vangelo secondo Matteo, 1964), mi preferida sobre el tema, y eso que Pasolini no es precisamente santo de mi devoción; La historia más grande jamás contada (The greatest story ever told, 1965), de George Stevens, un desfile de grandes actores y poco más; Jesucristo superstar (Jesus Christ superstar, 1973), de Norman Jewison, adaptación al cine de la célebre ópera rock; la interminable  Jesús de Nazaret (Jesus of Nazareth, 1977), otro ladrillo más en la pared fílmica que Franco Zeffirelli se empeñó en levantar, esta vez para televisión; la controvertida La última tentación de Cristo (The last temptation of Christ, 1988), un berenjenal del que no salieron demasiado airosos Martin Scorsese y el guionista Paul Schrader; y, por último, La pasión de Cristo (The passion of the Christ, 2004), de Mel Gibson, excesiva, exhibicionista y sanguinolenta, aunque no exenta de talento. Como digo, poquita cosa.

El cineasta danés Carl Theodor Dreyer albergó durante muchos años el proyecto de una película sobre Jesús, que a punto estuvo de filmarse en Hollywood pero que, finalmente, nunca llegó a ver la luz. A partir del guion que dejó escrito, en el que va explicando cómo quería filmar las escenas, podemos imaginar, al menos, lo que habría llegado a ser esta película, en la que Dreyer no sólo quería plasmar el aspecto religioso de la historia, sino también mostrar la realidad social y política de la época.

Conociendo la impresionante filmografía del director de Gertrud y el empeño que puso en llevar a imágenes el proyecto, no es difícil aventurar que esta habría sido la gran película sobre la figura del Mesías y, posiblemente, uno de los grandes films de la historia del cine.

Se sientan y miran con compasión a su Maestro, que durante un momento permanece ante ellos con expresión de tristeza. Con un profundo suspiro, JESÚS dice:

-Me muero de tristeza.

Luego se retira. Con asombro y compasión, lo ven alejarse. Juan y Santiago agachan la cabeza y se cubren con la parte superior de sus mantos. Hacen esto con el fin de rezar, pero pronto caen vencidos por el cansancio. El sufrimiento agota a cualquiera. También Pedro se envuelve la cabeza con el manto, pero no se duerme. Escucha los suaves pasos de Jesús. Éste se ha retirado a escasa distancia de los discípulos. Lo vemos arrodillarse. Muestra una palidez mortal. Vemos ahora a los tres discípulos. Pedro sigue atento y oímos la oración de Jesús.

JESÚS: Abba, Padre, todo te es posible. Aparta de mí este cáliz. Mas no se haga mi voluntad, sino la tuya.

Traducción de Javier Rodríguez Panizo.

Publicado en español por Ediciones Sígueme.

LEJOS DEL CIELO (2002) de Todd Haynes

Tras la magnífica Velvet goldmine (1998), en la que recreaba la época del gla197570_1020_Am rock, Todd Haynes sorprendió dando un giro completo a su filmografía con Lejos del cielo (Far from heaven), un film a contracorriente dentro del cine estadounidense actual, tanto en su fondo como, sobre todo, en su forma.

         La historia de los Whitaker, un matrimonio modélico que ve cómo los cimientos sobre los que ha sustentado su vida se tambalean cuando el marido no es capaz de seguir ocultando su homosexualidad y la esposa se enamora de su jardinero de raza negra, y que a raíz de ello es rechazado por la comunidad, le sirve a Haynes para realizar un retrato de la hipócrita y pacata sociedad norteamericana de los años 50.

        Pero, por encima del argumento, lo verdaderamente excepcional de la película es su estética:  los impresionantes colores de su fotografía, el diseño de vestuario, la ambientación de la época y, dominando el conjunto, la sobriedad de la puesta en escena y la elegancia con que está filmada. Todo ello para conseguir un magistral homenaje al melodrama clásico, a la obra del cineasta Douglas Sirk y, en particular, a su película Sólo el cielo lo sabe (All that heaven allows, 1955).

             Editada en DVD por DeAPlaneta.

LOS JUNCOS SALVAJES (1994) de André Téchiné

Que Téchiné sea el autor de varias buenas películas, como Mi estación preferida471778_1020_A (Ma saison préférée, 1993) o Los ladrones (Les voleurs, 1996), es una buena razón para continuar siguiéndole la pista, aunque, en el fondo, uno ya ha perdido la esperanza de que el cineasta francés vuelva a realizar un film a la altura de Los juncos salvajes (Les roseaux sauvages, 1994), de largo su obra maestra y a la cual debe, en gran parte, su prestigio.

        Partiendo de su propio telefilm Le chêne et le roseau, Téchiné nos muestra la relación entre cuatro estudiantes en la época del conflicto entre Francia y Argelia, sus dudas ante el futuro, sus ideas políticas, las dificultades para dilucidar la amistad y el amor, el despertar a la sexualidad… Con algunas de las imágenes más sensibles y perdurables del último cine francés -el diálogo en el guateque, el paseo en bicicleta, la escena de amor y la despedida junto al río (que recuerda a la que filmó Renoir para Una partida de campo)-, Los juncos salvajes es una de las películas que mejor han plasmado la complejidad de la adolescencia y, a la vez, la nostalgia por esa época.

 

                            Editada en DVD (sin subtítulos) por Suevia.

SUEÑOS DE SEDUCTOR (1972) de Herbert Ross

Herbert Ross, responsable de haber conseguido la última obra maes464296_1020_a2tra del musical americano, Dinero caído del cielo (Pennies from heaven, 1981), fue el encargado de llevar al cine, con el mismo título, la obra teatral escrita por Woody Allen Play it again, Sam, que aquí se tituló Sueños de seductor. El propio Allen interpreta al protagonista, un crítico de cine divorciado con problemas en el trato con las mujeres, obsesionado con la película Casablanca, y que, mientras lleva a cabo sus infructuosos intentos de acercamiento al otro sexo, mantiene conversaciones hilarantes consigo mismo y con el fantasma de Humphrey Bogart.

        Resulta difícil destacar un gag o una línea de diálogo de esta comedia absolutamente genial, a la que Ross dota de un ritmo trepidante y de un par de magníficas ideas visuales -p.e. el montaje en repetición del imaginado acercamiento sexual de Allen a su amiga Linda (Diane Keaton)-, pero que gira absolutamente alrededor de la interpretación y el guión de quien, pocos años antes, había comenzado su carrera como director. Muy superior a esos films primerizos dirigidos y escritos por Allen, Sueños de seductor me parece, sencillamente, una de las películas más divertidas de la historia del cine, y lo sigue siendo aunque la volvamos a ver varias veces.

               Editada en DVD por Paramount.

CUENTOS ORIENTALES de Marguerite Yourcenar

20070418klplylliu_282_ies_sco3Autora de dos de mis muchas novelas preferidas, Memorias de Adriano (Mémoires d´Hadrien, 1951) -que suele encontrar su espacio en las listas de las mejores del siglo XX- y Opus nigrum (L´oeuvre au noir, 1968) -con excelente adaptación homónima al cine, estrenada en 1987, a cargo de André Delvaux-, Marguerite Yourcenar escribió una deliciosa colección de relatos basados en la literatura y las leyendas antiguas de Asia, Grecia y los Balcanes: Cuentos orientales (Nouvelles orientales, 1938), otra muestra de la musicalidad narrativa de la escritora francesa, ejemplar sobre todo en dos de los relatos.

        Cómo se salvó Wang-Fô es la historia de un emperador chino que pasa su infancia encerrado en una habitación para que la realidad del mundo no pueda afectarle, y su único acercamiento a lo que no puede conocer será a través de las pinturas del maestro Wang-Fô. Cuando por fin descubre el mundo real, le decepciona tanto, al compararlo con el ideal de las pinturas, que decide condenar a muerte a su autor: «Me has mentido, Wang-Fô, viejo impostor: el mundo no es más que un amasijo de manchas confusas, lanzadas al vacío por un pintor insensato, borradas sin cesar por nuestras lágrimas. El reino de Han no es el más hermoso de los rei8420422134nos y yo no soy el Emperador. El único imperio sobre el que vale la pena reinar es aquel donde tú penetras, viejo Wang-Fô, por el camino de las Mil Curvas y de los Diez Mil Colores. Sólo tú reinas en paz sobre unas montañas cubiertas por una nieve que no puede derretirse y sobre unos campos de narcisos que nunca se marchitan. Y por eso, Wang-Fô, he buscado el suplicio que iba a reservarte, a ti cuyos sortilegios han hecho que me asquee de cuanto poseo y me han hecho desear lo que jamás podré poseer». Al final del relato, se nos mostrará que es posible escapar de la realidad a través del mundo ficticio creado por el arte.

        El último amor del príncipe Genghi tiene su origen en la novela japonesa del siglo XI Historia de Genghi (Genghi monogatari), atribuida a la escritora Murasaki Shikibu. En el cuento se nos narran los últimos meses de la vida del príncipe, cómo va quedándose ciego, y cómo una mujer, la última que le amará, abandona su vida para dedicarse a él. En su lecho de muerte, el príncipe recordará a todas las mujeres de su vida, excepto a una: «Pero las facciones del príncipe habían adquirido ya esa serenidad reservada tan sólo a los muertos. El fin de todos los dolores había borrado de su rostro toda huella de saciedad o de amargura, y parecía haberse persuadido de que aún tenía dieciocho años. La Dama-del-pueblo-de-las-flores-que-caen se echó al suelo gritando, olvidando todo recato. Las lágrimas, saladas, arrasaban sus mejillas como una lluvia de tormenta y sus cabellos arrancados volaban por el aire como borra de seda. El único nombre que Genghi había olvidado era precisamente el suyo».

                 Traducción de Emma Calatayud.

                 Publicado por Ed. Alfaguara.

ARCADIA TODAS LAS NOCHES de Guillermo Cabrera Infante

La Arcadia, aparte de ser una zona de Grecia y de aparecer ya en la mitolo20092165221imagen001gía, hace referencia a un país imaginario que la poesía, a partir del Renacimiento -Garcilaso, Cervantes, o Lope de Vega en su novela La Arcadia (1598)-, tomó como modelo de lugar idílico, de paraíso, donde la tranquilidad, la paz y la felicidad reinan eternamente. Algo así como lo que  para un cinéfilo sería ver las grandes obras maestras.

        En 1962, el escritor y crítico de cine (y escritor de cine) cubano Guillermo Cabrera Infante pronunció en La Habana una serie de conferencias sobre la obra de cinco monstruos del celuloide: Orson Welles, Alfred Hitchcock, Howard Hawks, John Huston y Vincente Minnelli, como prólogo a la emisión de varias de sus películas. En esos textos, que cobraron forma de libro en Arcadia todas las noches (1978), Cabrera Infante no sólo escribe -y muy bien- sobre el cine de estos geniales directores, sino que además nos ayuda a interpretar y comprender sus films -aunque no siempre estemos de acuerdo con sus opiniones-, y consigue, en fin, hacer gran literatura, arte sobre el arte.

        No por casualidad, Cabrera Infante termina la última conferencia -la de Minnelli- refiriéndose a Brigadoon (1954), esa maravilla del musical que nos habla de un pueblo donde la gente vive en paz y todo es alegría y felicidad (y fabulosas canciones), y que sólo aparece en la Tierra una vez cada cien años y sólo durante un día. El personaje interpretado por Gene Kelly encontrará en él su Arcadia particular (y a Cyd Charisse, lo cual ayuda bastante), y nosotros, en películas como ésta, la nuestra.

                Publicado por Ed. Alfaguara.