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VIVIR SU VIDA (1962) de Jean-Luc Godard
A sus escandalosas opiniones sobre cualquier tema que se le plantee ha añadido ahora Godard el plante al festival de Cannes el día del estreno de su última película: más material inflamable para los debates entre quienes le aman y quienes le detestan. Godard, octogenario y aún en plena forma.
Particularmente, algunas de sus películas me parecen muy apropiadas para curar el insomnio. Ni buenas ni malas, simplemente películas-godard, que parecen realizadas para su propio disfrute y que son casi un género en sí mismas. Por otro lado, desde que la vi en el cine Casablanca de Barcelona hace unos veinte años, Al final de la escapada sigue estando en la lista de mis películas preferidas, lo cual me parece razón suficiente para situarme más cerca de sus defensores que de sus detractores.
Sentada a la derecha de Al final de la escapada está Vivir su vida (Vivre sa vie), quizás el film más triste, duro y realista de Godard, a ratos casi un documental de original y literaria estructura. Para contarnos la historia de Nana (Anna Karina), la muchacha que deja su trabajo en una tienda de discos para hacerse prostituta, Godard, como no podía ser menos, no renuncia a ningún recurso a su alcance, por extraño y poco cinematográfico que parezca. Lo mismo inicia el film con un diálogo en el que los personajes dan la espalda a la cámara (como tantas veces ocurre en la vida real), como lo termina con uno de los finales más abruptos que se hayan visto: sobran las palabras, la muerte de Nana es una más de las muchas que ocurren todos los días, apenas un par de frases en la prensa del día siguiente.
Por el camino, las calles de la ciudad abriendo sus bares, sus habitaciones en hoteles baratos, sus cines con los últimos estrenos…, Nana bailando sola la canción que ha puesto en la máquina de un bar (y que anticipa el extraordinario baile de los protagonistas de Banda aparte (Bande à part, 1964), otra de las grandes películas del cineasta) o manteniendo un improbable diálogo sobre la vida con un filósofo, la lectura del relato de Edgar Allan Poe El retrato oval por la voz en off del propio Godard, mientras la cámara de Raoul Coutard se enamora, en un extenso primer plano, del rostro de Anna Karina (por entonces, esposa de Godard, lo que hace que la elección de ese relato no tenga nada de casual)…Y, sobre todo, esa escena inolvidable en que Godard rinde homenaje a Dreyer: Nana entra en un cine en el que se proyecta La pasión de Juana de Arco (La passion de Jeanne D´Arc, 1928), y mientras se nos muestra el fragmento del film en el que Juana es condenada a la hoguera y acepta la muerte como una liberación, Godard establece un paralelismo entre las dos protagonistas, entre los rostros y las lágrimas de Renée Falconetti y de Anna Karina.
Quien haya visto este conmovedor momento de cine sin palabras, que reúne casi todo lo que es capaz de expresar una imagen, ¿podrá seguir afirmando que el cine de Godard es insoportable?
Editada en DVD por Avalon (Filmoteca Fnac).
CAMPO DE AMAPOLAS BLANCAS de Gonzalo Hidalgo Bayal
Aunque Gonzalo Hidalgo Bayal no sea uno de los escritores más populares o, como se dice ahora, mediáticos, y sus argumentos y su forma de narrar no sean especialmente llamativos para el gran público, no quita para que estemos ante una de las personas que mejor escriben en este país, autor de una obra absolutamente coherente desde sus inicios hasta hoy, y con un reducido pero fiel grupo de seguidores.
Quizás sea Paradoja del interventor (2006) su novela más conseguida y la que ha recibido mejores críticas hasta la fecha, pero yo le tengo un especial cariño a Campo de amapolas blancas (1997), su novela más breve y cercana, posiblemente la más apropiada para empezar a conocer su literatura. El narrador nos traslada a finales de los 60 y nos cuenta su relación con H (no sabremos su nombre), su compañero de estudios, juergas y conquistas no realizadas, junto al que descubrirá la cultura y la libertad de la época en un París irrechazable, y del que irá poco a poco distanciándose.
El argumento no es, desde luego, nada nuevo, pero sí la manera de enfocarlo. Aquí no encontramos panfletos melancólicos, ni se idealiza una época y una forma de entender la vida, ni se condena sistemáticamente a la desconcertada generación anterior (al padre de H se le dedican algunos de los fragmentos más hermosos de la novela), sino que estamos ante la crónica desapasionada, aunque teñida de nostalgia, de cómo algunas personas se quedan ancladas en una determinada etapa, sin distinguir, o quizás sin querer hacerlo, su entorno y sus inquietudes de su propia vida.
El jazz, The Beatles, Cortázar, César Vallejo, la nouvelle vague con Godard a la cabeza, aparecen en la novela no sólo como señas culturales de una época sino, y sobre todo, como elementos indispensables de la personalidad de H. De hecho, no cuesta demasiado imaginar este texto llevado al cine, a su muy personal manera, por el mejor Godard de los años 60.
Y por si alguien quiere conocer de primera mano a Hidalgo Bayal, tenéis una entrevista con él en el enlace Kafka, revista de humanidades.
«Yo regresé a Murania y H se quedó todavía un mes en el vértigo de la libertad, la capital del mundo, que tal vez fuera ciertamente la capitale de la douleur. ¿Qué hizo durante ese tiempo, cómo le fue, tuvo fortuna? Lo ignoro. No hay más testigos de su peripecia que «los días jueves y los huesos húmeros, la soledad, la lluvia, los caminos» (H decía húmedos). Sólo puedo asegurar que, cuando volvió, era otro, probablemente un perseguidor.»
Publicada por Tusquets.