Archive for febrero 2011|Monthly archive page
LA BUENA TINIEBLA de Mario Benedetti
Geografías, publicado en 1984, es uno de los libros en los que Mario Benedetti mezcla poesía y cuentos. En él aparece el poema La buena tiniebla, uno de mis preferidos del autor uruguayo.
Una mujer desnuda y en lo oscuro
genera un resplandor que da confianza
de modo que si sobreviene
un apagón o un desconsuelo
es conveniente y hasta imprescindible
tener a mano una mujer desnuda
entonces las paredes se acuarelan
el cielo raso se convierte en cielo
las telarañas vibran en su ángulo
y los ojos felices y felinos
miran y no se cansan de mirar
una mujer desnuda y en lo oscuro
una mujer querida o a querer
exorcisa por una vez la muerte.
Publicado por Alfaguara.
LA VIDA FÁCIL de Richard Price
Sabiendo que escribió para Scorsese El color del dinero (The color of money, 1986), basada en la novela de Walter Tevis, y que es uno de los guionistas de la serie The Wire (2002), Richard Price no necesitaría más cartas de presentación. Pero, por si fuera poco, Price es también el autor de unas cuantas magníficas novelas que demuestran que es uno de los grandes cronistas norteamericanos: The wanderers (1974), llevada al cine por Philip Kaufman en 1979; Clockers (1992), adaptada por Spike Lee en 1995; o El samaritano (Samaritan, 2003).
La última de ellas es La vida fácil (Lush life, 2008), aunque más que una novela parece una serie de televisión escrita a la espera de que alguien la lleve a la pantalla: quien se decida tiene ya la mitad del trabajo hecho. De estructura absolutamente cinematográfica, dividida en escenas en las que cada uno de los personajes cobra protagonismo, con las justas y breves descripciones para introducir lugares y personajes, La vida fácil es una fiesta para los amantes de los grandes diálogos, que aquí suenan veraces y trepidantes como pocas veces. Renunciando casi totalmente al misterio y a la acción típicos del género policiaco, Price se apoya en ellos para mostrar cómo el asesinato de un joven afecta a las vidas de todos los implicados, desde los encargados de investigar el caso hasta el propio asesino, pasando por familiares y testigos, y para dibujar el día a día de un barrio conflictivo de Nueva York y sus habitantes, personajes secundarios imprescindibles.
Si The Wire te gustó, La vida fácil es tu novela. Y, ya de paso, si no has visto The Wire, ¿a qué esperas?
«-Permíteme que te aclare una cosa. Esto de aquí no consiste en investigar tu siguiente papel. Es un empleo. De hecho, estamos pagándote. Y voy a aclararte otra cosa. Es proactivo. Los clientes no van a un bar por las copas, van por el camarero. Cualquier camarero medianamente aceptable lo sabe; tú en cambio te plantas ahí, contestas a todo con monosílabos, eh, ah, ya, sí, no, bien. Contigo los clientes se sienten como perdedores, como si fueran tu castigo impuesto por un Dios envidioso o algo por el estilo. ¿Ves a Cleveland? -Señalando al del pelo rasta, ahora en el otro extremo de la barra-. Ese prepara un martini como si tuviera garfios en vez de manos, pero, te lo aseguro, como camarero te da mil vueltas porque se lo curra. Con él, todos son parroquianos, y nunca para quieto, nunca actúa como si este bolo fuera una etapa degradante en el vía crucis hacia el Premio Obie. En serio, viéndoos a los dos aquí esta noche…es como tener delante a un torbellino y un estafermo. Y, para serte sincero, a pesar del gentío que hay, preferiría pagarte el finiquito ahora mismo, dejarlo a él solo en la barra, o traer a uno de los camareros de mesa o incluso ponerme yo a atender, antes que dejarte seguir ni diez minutos más con ese rollo de «preferiría estar en los ensayos». ¿Me has oído?»
Traducción de Carlos Milla Soler.
Publicada por Mondadori.
RECUERDOS DE JULIO CORTÁZAR de Edith Aron
«¿Necesito decirte quién es Edith Aron? Vos lo habrás adivinado hace mucho, ¿verdad? Entonces, ¿vos te imaginás Rayuela traducida por ella?» (Carta de Julio Cortázar a su editor)
Pasó otro 12 de febrero y, con él, otro año más desde que nos dejó Julio Cortázar. Esta vez lo recuperé en las páginas de 55 Rayuelas (2007), la antología de textos de la escritora alemana Edith Aron, la persona que, al parecer, se esconde tras la Maga, el maravilloso personaje que Cortázar inmortalizó en Rayuela (1963) ya desde sus primeras líneas:
«¿Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se incribía en el Pont des Arts, a veces andando de un lado a otro, a veces detenida en el pretil de hierro, inclinada sobre el agua. Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentrífico.»
El último de esos textos se titula Recuerdos de Julio Cortázar, y en él Edith Aron nos cuenta cómo le conoció y varios de sus encuentros. Aquí dejo un fragmento.
«Una vez fuimos hasta el Parc des Sceaux, y allí, recostados en un árbol, me leyó el cuento «Final del juego», que justo acababa de escribir. Me emocionó tanto que rompí a llorar, y entonces dijo que si algún día llegaba a publicarlo me lo dedicaría. Pero por lo que se ve, se olvidó, porque nunca lo hizo. Cuando estuvo en Londres en 1977, para arreglar asuntos de sus traducciones, se lo recordé, pero me dijo que ya me había dedicado un libro entero. Nadie sabe de ello.»
Traducción de Paula Kuffer.
Publicado por Belacqva (La otra orilla).
POR NO ESTAR DISTRAÍDOS de Clarice Lispector
Este breve texto pertenece al libro Para no olvidar (Para não esquecer, 1978) de la gran escritora brasileña Clarice Lispector. Aquí os lo dejo.
Por no estar distraídos
Había la levísima embriaguez de andar juntos, esa alegría, como cuando se siente la garganta un poco seca y se ve que por admiración se estaba con la boca abierta. Respiraban de antemano el aire que estaba delante y tener esa sed era su propia agua. Andaban por calles y calles hablando y riendo, hablaban y reían para dar materia y peso a la levísima embriaguez que era la alegría de su sed. A causa de los coches y de la gente, a veces se tocaban, y a ese contacto -la sed es la gracia, pero las aguas son de una belleza oscura-, y a ese contacto brillaba el brillo de su agua, la boca un poco más seca de admiración. ¡Cómo admiraban estar juntos!
Hasta que todo se transformó en no. Todo se tranformó en no cuando ellos quisieron esa misma alegría suya. Entonces la gran danza de los errores. El ceremonial de las palabras poco acertadas. Él buscaba y no veía, ella no veía que él no había visto, ella que estaba allí, sin embargo. Sin embargo él, que estaba allí. Todo fue un error, y había la gran polvareda de las calles, y cuanto más se equivocaban, más querían con aspereza, sin una sonrisa. Todo sólo porque habían prestado atención, sólo porque no estaban lo bastante distraídos. Sólo porque, de repente, exigentes y duros, quisieron tener lo que ya tenían. Todo porque habían querido darle un nombre; porque quisieron ser, ellos que eran. Aprendieron entonces que, si no se está distraído, el teléfono no suena, y que es necesario salir de casa para que la carta llegue, y que cuando el teléfono finalmente suena, el desierto de la espera ya ha cortado los hilos. Todo, todo por no estar distraídos.
Traducción de Elena Losada.
Publicado por Siruela.
SI VERSALLES PUDIERA HABLAR (1954) de Sacha Guitry
Después de ver algunas de sus películas se puede pensar que Sacha Guitry quizás fuera un gran hombre de teatro, pero desde luego lo que no me parece es que fuera un gran cineasta. No he encontrado en ninguna de esas películas un solo momento de gran cine que llevarme a la memoria, e incluso, sin ir más lejos, su Napoleón (1955) es poco menos que insufrible.
¿Por qué razón entonces las casi tres horas de amoríos y engaños, alianzas y traiciones, alta política de salón y teatro filmado, contemplados por el Palacio de Versalles a lo largo de los siglos, que nos trae Si Versalles pudiera hablar (Si Versailles m´était conté) se disfrutan de principio a fin? Porque lo que sí demuestra Guitry en esta ocasión es que era un gran escritor, ya que sus diálogos, repletos de ironía, sarcasmo, acidez, elegancia y mala leche (de los cuales, ya que no de otra cosa, podría aprender bastante la descafeinada, maloliente y carísima escena política actual) no tienen desperdicio.
A los personajes de Si Versalles pudiera hablar, tras cualquiera de las intervenciones que consiguen siempre nuestra sonrisa y a veces nuestras carcajadas, sólo les falta volverse hacia la cámara y guiñarnos un ojo en señal de complicidad, y a nosotros pensar en lo que habría sido capaz de hacer un tal Lubitsch con semejante material.
Editada en DVD por Sherlock.
ANTOINE ET COLETTE (1962) de François Truffaut
L´amour à vingt ans (1962) es una película compuesta de cinco episodios dirigidos por Renzo Rossellini, Shintarô Ishihara, Marcel Ophüls, Andrzej Wajda y François Truffaut. Antoine et Colette, el episodio realizado por Truffaut, es una pequeña maravilla de apenas media hora, algo así como el eslabón perdido para muchos de los seguidores del personaje Antoine Doinel (Jean-Pierre Léaud), que desde Los cuatrocientos golpes (Les quatre cents coups, 1959) protagonizó varias de las películas del cineasta.
Aquí nos encontramos con Antoine a los 17 años, independizado, con trabajo y con su afición al cine, la literatura y la música. En uno de los conciertos a los que asiste conoce a Colette (Marie-France Pisier), una chica algo mayor que él, de la que se enamora. Colette le acompaña al cine y a conciertos, le acepta como amigo y le presenta a sus padres, que lo acogen casi como a un hijo, pero Antoine no puede ir más allá de enviarle una carta de amor y robarle un par de besos. En la última escena, en casa de Colette, ella les presenta a su novio. Mientras los dos salen a divertirse, el pobre y desengañado Antoine se queda con los padres a ver la televisión.
Habrían de pasar seis años para volver a encontrarnos con Antoine y Colette, esta vez en Besos robados (Baisers volés, 1968), maravillosa película sobrevolada por Que reste-t-il de nos amours, de Charles Trenet, una de esas canciones que nos acompañan toda la vida: Baisers volés/ Rêves mouvants/ Que reste-t-il de tout cela…Colette, paseando con su marido y su hijo, se encuentra con Antoine, que está trabajando como desastroso detective privado. Se saludan, cruzan cuatro palabras y se despiden. C´est la vie!
TIEMPO DE AMAR, TIEMPO DE MORIR (1958) de Douglas Sirk
Nunca me ha parecido tan creíble la Alemania en guerra como viendo Tiempo de amar, tiempo de morir, filmada en tiempo de paz. (Jean-Luc Godard)
El cineasta Antonio Drove, responsable de llevar al cine la literatura de Eduardo Mendoza y Ernesto Sábato en La verdad sobre el caso Savolta (1979) y El túnel (1987), escribió uno de los más heterodoxos y apasionados libros sobre cine que conozco: Tiempo de vivir, tiempo de revivir. Conversaciones con Douglas Sirk (1994). Con prólogo de Víctor Erice y epílogo de Miguel Marías, el libro es una declaración de amor al cine de Sirk, pero también, y sobre todo, a las películas, los libros y la música que formaron parte de la vida de Drove y a las personas que los compartieron.
El título del libro hace referencia a Tiempo de amar, tiempo de morir (A time to love and a time to die), uno de los grandes dramas de Sirk, denostados durante demasiado tiempo por sus argumentos imposibles, cercanos a los culebrones televisivos, que a muchos nos le permitió ver, entre otros logros, una puesta en escena elegante como pocas. Basada en la novela de Erich Maria Remarque (que en la película interpreta al profesor Pohlmann) Un tiempo para vivir, un tiempo para morir (Zeit zum leben, zeit zum sterben, 1954), la película está ambientada en un Berlín devastado por los bombardeos, en el que los supervivientes buscan a sus familiares desaparecidos y en el que la comida y un techo bajo el que vivir se convierten en un lujo. En medio de ese caos, similar al que rodó Roberto Rossellini en Alemania, año cero (Germania, anno zero, 1947), el soldado Ernst y Elizabeth se enamoran, pero han de separarse cuando a él se le acaba el permiso y tiene que volver al frente.
El rostro del soldado congelado en la nieve, el agua llevándose la última carta de Elizabeth, la escena en la estación en la que Elizabeth no llega a tiempo de despedirse de Ernst y Sirk filma la despedida de otra pareja, mientras Elizabeth se queda mirando tras la valla en la que una cruz de madera anticipa la que veremos en la tumba de un soldado, son sólo algunos de los grandes momentos de esta joya del cine.
Editada en DVD por Suevia.