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ONCE MANERAS DE SENTIRSE SOLO de Richard Yates

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Supongamos que alguien te escribe una carta diciendo: «Bob, como hoy no tenía tiempo para escribirte una carta breve, he decidido escribirte una más larga».

once-maneras-de-sentirse-solo_richard-yates_libro-OAFI416Conocido en España sobre todo a raíz de la película de Sam Mendes Revolutionary Road (2008), que adaptaba su esplendorosa novela homónima, Richard Yates fue también un maestro del relato, uno de los más grandes en la interminable lista de narradores norteamericanos que han llevado el género breve a las más altas cotas de la literatura.

Buena muestra de ello es la colección Once maneras de sentirse solo (Eleven Kinds of Loneliness, 1962), su primer libro de relatos, sendas historias en las que sus protagonistas experimentan y nos hacen sentir algún tipo de soledad, por su forma de ser y de pensar, por lo que los demás opinan de ellos, por determinada circunstancia que no pueden compartir… Maravillosos ejemplos de depuración literaria, del tan difícil arte de contar más con menos. Once soledades con esa admirable y misteriosa capacidad para conseguir que sepamos de ellas mucho más de lo que nos dicen las palabras.

Aquí os dejo un fragmento del cuento que pone fin al libro, titulado «La construcción», la historia de un aspirante a escritor que se enfrenta a una extraña propuesta por parte de un taxista. Una obra maestra sobre los sueños rotos en la que Yates relaciona la creación literaria con la vital, la luz que ha de iluminar una buena historia con la que ha de entrar en nuestras vidas.

-Bien. Ahora probemos desde otro ángulo. Antes te hablaba de «construir», ¿no? Veamos, ¿te das cuenta de que escribir un relato también es construir algo?, ¿que es como construir una casa? -Y tanto le agradó esta imagen de cosecha propia que ni siquiera esperó a recibir de mi parte el aplicado gesto de cabeza con que pensaba felicitarlo por ello-. Pues bien, una casa necesita un tejado, pero si construyes el tejado lo primero de todo luego tendrás problemas, ¿no es cierto? Antes de construir el tejado tienes que levantar las paredes. Antes de levantar las paredes tienes que poner los cimientos, y así sucesivamente. Antes de pensar en los cimientos tienes que poner las excavadoras a trabajar y hacer un agujero a la medida de tus necesidades. ¿Me equivoco?

No podía estar yo más de acuerdo con mi interlocutor, pero él seguía ajeno a mi extasiada mirada aduladora. Se frotó el borde de la nariz con uno de sus gruesos nudillos y a continuación me miró de nuevo con aire triunfal.

-Está bien, vamos a suponer que construyes una casa así. ¿Y luego qué? ¿Cuál es la primera pregunta que tienes que hacerte una vez terminada la casa?

Pero yo ya veía que le daba igual si ésta la fallaba como si no. Él sabía cuál era la pregunta y casi no pudo esperar a decírmelo.

-¿Dónde están las ventanas? -Extendió las manos con las palmas hacia arriba-. Ahí tienes la pregunta. ¿Por dónde entra la luz? Porque ¿entiendes lo que quiero decir con esto de que entre la luz, Bob? Hablo de la… de la filosofía de nuestra historia; hablo de su verdad; de su…

-De su iluminación, por así decir -le corté, y él dejó de buscar un tercer sustantivo con un sonoro y feliz chasquido de los dedos.

-Eso es. Eso es, Bob. Lo has entendido.

Traducción de Luis Murillo Fort.

Publicado por RBA.

MENTIRA LATENTE (1950) de Mitchell Leisen

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Aunque fue en el drama y, sobre todo, en la comedia donde encontramos sus mejores películas, el no suficientemente reivindicado Mitchell Leisen prestó su habitual elegancia tras la cámara a otros géneros como el musical o el noir, demostrando casi siempre que era uno de esos profesionales capaces de llevar a buen puerto cualquier material que le pusieran delante.

En Mentira latente (No Man of Her Own) adapta una obra del gran Cornell Woolrich para contarnos la historia de Helen (insustituible Barbara Stanwyck), una mujer embarazada que, despreciada y abandonada por su novio, emprende viaje a San Francisco. En el tren conoce a una pareja que también espera un hijo y que se dirigen a casa de los padres de él, que aún no conocen a la novia. Tras el descarrilamiento del tren, la pareja muere y una serie de circunstancias llevan a Helen a suplantar la identidad de la joven.

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En esencia, y en buena parte de su metraje, la película es un drama salpicado de elementos de misterio en torno a una mujer desesperada por proteger la vida de su hijo, en el que brilla ante todo la interpretación de la Stanwyck y en el que chirrían algunos aspectos del guion, de esos que se pasan por alto si el asunto finalmente funciona y de los que resultan imperdonables si el film acaba siendo un pestiño. Hasta ahí, todo correcto, todo muy funcional, sin más.

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Será la reaparición del antiguo novio, que viene a aprovecharse de la situación acomodada de la nueva familia de Helen, la que servirá de detonante para que la tensión que sobrevolaba la historia acabe por estallar y para que la película se meta de lleno en las claves del género negro. A partir de aquí, Mitchell nos ofrece un vibrante tercio final de luces y sombras, codicia y crimen, servido mediante un buen puñado de escenas magistrales y algún plano, incluso, para las antologías del género, lo cual no hace de Mentira latente una obra maestra, pero sí una cita más que recomendable para los aficionados al cine negro.

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Editada en DVD por Cinema International Media.