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LA CARRETA FANTASMA (1921) de Victor Sjöström

Körkarlen (1921) Filmografinr 1921/01A Victor Sjöström se le recuerda sobre todo por su interpretación del profesor Isak Borg en Fresas salvajes (Smultronstället, 1957), pero, además de un estupendo actor, fue también, junto a su compatriota y amigo Mauritz Stiller, uno de los más importantes directores europeos en los inicios del cine. De filmografías paralelas, ambos crearon las grandes obras maestras del cine mudo sueco antes de irse a trabajar a Hollywood -Sjöström le dejó al cine americano una de sus películas capitales, El viento (The Wind, 1928)- y ambos tuvieron entre sus referentes la literatura de la escritora sueca Selma Lagerlöf, la primera mujer en ganar el Nobel de literatura, en 1909. Dos de sus mejores films, La carreta fantasma (Körkarlen) y El viejo castillo (Gunnar Hedes saga, 1923), basados en novelas de Lagerlöf, tienen incluso similitudes argumentales y pueden considerarse precedentes de otra obra maestra de Bergman, El séptimo sello (Det sjunde inseglet, 1956).

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La historia que nos cuenta La carreta fantasma recupera una antigua leyenda según la cual si el último fallecido en Nochevieja, antes de que las campanas den las doce, es un gran pecador, deberá conducir durante el año siguiente la carreta que recoge las almas de los muertos. En esta ocasión le toca el turno a David Holm, un tipo de la peor calaña al que el cochero de la carreta le muestra hasta qué punto su vida fue un infierno que perjudicó a quienes le rodeaban, lo cual puede hacernos recordar el relato de Dickens Cuento de Navidad (A Christmas Carol, 1843).

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De estructura compleja a base de flashbacks, con una fotografía que alterna los matices terrosos en las escenas diurnas e interiores con los fríos azules en las escenas nocturnas, el film de Sjöström, como tantas otras grandes obras del período mudo, nos sorprende aún hoy por su influencia -¿tuvo en cuenta Kubrick la escena en que David hace pedazos una puerta con un hacha al filmar la famosa y muy similar escena de El resplandor (The Shining, 1980)?-, su planificación, su imaginería y sus impresionantes efectos visuales. Casi un siglo después, ese icono del cine que es la figura del cochero con su guadaña, que atraviesa las puertas y los muros para cargar con las almas, continúa resultando impresionante.

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¡FELIZ 2015 PARA TODOS!

 

¡FELIZ CINE Y FELIZ NAVIDAD!

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CUANDO ESTÉS VIEJA de W. B. Yeats / ATARDECER I de Nicolás Suescún

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Hace bastante tiempo descubrí esta maravilla de Yeats en el estupendo blog Cómo cantaba mayo en la noche de enero, un homenaje al buen gusto en todas las artes que podéis encontrar en los enlaces. Desde entonces pasó a ser uno de mis poemas preferidos.

La traducción es de otro estupendo poeta, el colombiano Nicolás Suescún, de quien os dejo uno de los mejores poemas.

 

CUANDO ESTÉS VIEJA
Cuando estés vieja y gris y soñolienta
y cabeceando ante la chimenea, toma este libro,
léelo lentamente y sueña con la suave mirada
y las sombras profundas que antes tenían tus ojos.

Cuántos amaron tus momentos de alegre gracia
y con falso amor o de verdad amaron tu belleza,
pero sólo un hombre amó en ti tu alma peregrina
y amó los sufrimientos de tu cambiante cara.

E inclinada ante las relumbrantes brasas
murmulla, un poco triste, cómo escapó el amor
y anduvo en las cimas de las altas montañas
y entre un montón de estrellas ocultó su rostro.

 

WHEN YOU ARE OLD

When you are old and grey and full of sleep,
And nodding by the fire, take down this book,
And slowly read, and dream of the soft look
Your eyes had once, and of their shadows deep;

How many loved your moments of glad grace,
And loved your beauty with love false or true,
But one man loved the pilgrim soul in you,
And loved the sorrows of your changing face;

And bending down beside the glowing bars,
Murmur, a little sadly, how Love fled
And paced upon the mountains overhead
And hid his face among a crowd of stars.

 

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ATARDECER I

Encerrado en el cerco de sus años y recuerdos

mira el cielo con sus ojos tristes.

El viento lo arrastró como un trozo de papel

por un túnel de calles interminables

y vagó como un pordiosero

entre extraños de lengua áspera.

 

Vio en los charcos la diaria y melodramática

despedida del sol,

cielos encendidos hacerse cenizas en segundos,

y hombres y mujeres mirando esos ocasos

que se apagan en el cielo

como en ellos el color de la vida.

 

Y ha visto a la luna saludar a la noche,

pálida y tímida como una virgen medrosa

atisbando al ogro por la ventana;

y diez mil estrellas parpadearle a la luna.

Ha sufrido en su cuerpo el destino de todos,

ha vivido mil muertes, ha soñado sin fin,

y ha visto los gráciles delfines en el mar,

y escuchó a las sirenas cantarle al tedio,

celebrar la pereza,

el voluptuoso canto de las olas,

el eterno descanso que prometen.

 

Y helo aquí ahora,

ocultándose en las sombras de otra noche,

contemplando la hoguera

que se extingue en sus ojos.

 

 

 

 

EL HOMBRE QUE MATÓ A LIBERTY VALANCE de Dorothy M. Johnson

Bert Barricune murió en 1910. A su funeral no fueron más de una docena de personas. Entre ellos estaba un destacado y joven periodista que esperaba encontrarse con una historia de interés humano. Corría la leyenda de que el viejo había sido una especie de pistolero en sus años mozos. Unos pocos carcamales andaban torpemente, ya a solas, ya en parejas, nerviosos y ceñudos, aferrándose a sus deteriorados sombreros. Hombres que fueron los compañeros de Bert en la bebida o en las partidas de póquer en las que se jugaban cantidades nimias mientras el mundo rodaba delante de ellos. También vino una mujer que lucía un denso velo que le ocultaba el rostro. Rayas blancas y amarillas se adivinaban en su pelo teñido de negro. El reportero tomó nota mentalmente: un viejo colega del viejo barrio. No hay ninguna historia que merezca la pena.

Blog14Habitualmente se desconoce o no se tiene en cuenta que muchas de las obras maestras del wéstern cinematográfico clásico son adaptaciones más o menos fieles de textos literarios, de relatos o novelas. Si alguien se sorprende por el dato, no tiene más que acudir, por ejemplo, a la filmografía por excelencia del género, la de John Ford.

La venerable señora que aparece sentada frente a su escritorio en la foto de la derecha se llamaba Dorothy M. Johnson, y fue, aunque pueda parecer chocante, una de las autoras que más y mejor escribió sobre las andanzas de indios y pistoleros en el viejo y lejano oeste americano. Entre sus relatos más conocidos, gracias a sus adaptaciones al cine, se encuentran Dorothy M_ Johnson - Indian Country (portada)«Un hombre llamado caballo» (A Man Called Horse), «El hombre que mató a Liberty Valance» (The Man Who Shot Liberty Valance» -ambos incluidos en la colección titulada Indian Country (1953)- o «El árbol del ahorcado» (The Hanging Tree, 1957).

El relato que nos ocupa, de apenas veinte páginas, sirvió de base para que Willis Goldbeck y James Warner Bellah -otro de los grandes autores del género, también llevado a la pantalla por Ford anteriormente- escribieran un guion portentoso que amplía la historia e introduce numerosos cambios, empezando por el nombre de los personajes interpretados por John Wayne (Bert Barricune/Tom Doniphon) y James Stewart (Ransome Foster/Ransom Stoddard). Gracias a esas variaciones, el film adquiere una dimensión que probablemente no alcance el magnífico relato de Johnson, pero sin este no podríamos disfrutar, una y otra vez, del que para mí es el mejor wéstern que se haya filmado.

Al principio habéis podido leer cómo empieza la historia; ahora, otro de sus grandes fragmentos. El resto es leyenda.

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-Tú no mataste a Liberty -le indicó.

Foster frunció el ceño.

-Le enterraron.

Liberty disparó una vez. Tú disparaste otra y fallaste. Yo disparé una vez, y nunca fallo. De todas formas, yo tampoco iré a recoger la recompensa, Hallie no aprueba la violencia.

-Eso es todo lo que tenía para estar orgulloso -dijo Foster pensativo.

-Le hiciste frente -afirmó Barricune-, fuiste a su encuentro. Si quieres estar orgulloso de algo, puedes recordar eso. Es cierto que no hiciste mucho más.

Ranse le miró fijamente.

-Bert, ¿eres mi amigo?

Barricune sonrió sin humor.

-Sabes que no lo soy. Te recogí en la pradera, pero lo hubiera hecho por la última escoria que se debatiera en esa situación. Si hubiera querido, no lo habría hecho.

-Entonces, ¿por qué…?

Bert miró hacia la punta de sus botas.

-Hallie te quiere. Soy amigo de Hallie. Es lo que siempre seré mientras tú andes por aquí.

-Luego, yo soy el hombre que mató a Liberty Valance -dijo Ranse.

Eso fue lo más cerca que estuvo de atreverse a decir «gracias». Y desde entonces Bert Barricune comenzó a ser su conciencia, su némesis, su enemigo vitalicio y el hombre que le hizo grande.

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Traducción de José Menéndez-Manjón.

Publicado por Valdemar en Colección Frontera.