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RÍO SALVAJE (1960) de Elia Kazan
No había que sobrecargar Wild River, no había que atiborrarla de efectos (…) es la primera película en la que yo quería ser tan lírico como fuese capaz, incluso hasta parar la acción.
(Del libro Elia Kazan por Elia Kazan (Kazan par Kazan, 1973) de Michel Ciment.
Aunque me parece innegable que muchas de sus películas contienen un buen montón de escenas inolvidables repletas de fuerza y personalidad, lo cierto es que Kazan no ha sido nunca uno de mis directores preferidos. Creo que, en líneas generales, su puesta en escena es excesivamente crispada y recargada y que busca el efecto fácil y el subrayado innecesario para que al espectador le quede muy claro su mensaje, apoyándose para ello en las exuberantes interpretaciones de sus actores y actrices. En resumen, Kazan no me parece precisamente un maestro de la sutileza y la elegancia cinematográficas, y es muy probable que en ello influya el hecho de ser un cineasta que proviene del teatro.
Por lo que se deduce de sus conversaciones con el crítico Michel Ciment, parece que el propio Kazan era consciente de que a su cine no le sobraban ni la fluidez ni la serenidad de que hacían gala los grandes clásicos americanos, y se propuso dárselas a partir de Río Salvaje (Wild River), que es, lógicamente, mi película de Kazan preferida junto a la inmediatamente posterior Esplendor en la hierba (Splendor in the Grass, 1961): en ambas, Kazan consigue abrir una ventana para que entre el aire, para que su puesta en escena respire y repose.
Ambientada en los años treinta, en la época del New Deal establecido por Roosevelt, la historia que nos cuenta Río salvaje nos traslada a las tierras situadas en la ribera del río Tennessee, que han de ser expropiadas para construir una presa hidroeléctrica en beneficio de la región. El encargado de desalojar a los lugareños, Chuck Glover (Montgomery Clift, un gran actor pero, ya muy enfermo y alcoholizado, una mala elección para este papel), se encuentra con la férrea oposición de la anciana Ella (enorme interpretación de Jo Van Fleet), que se niega a abandonar la tierra de sus antepasados. Mientras intenta convencerla de que ha de doblegarse ante el bien común, Chuck se enamora de su nieta Carol (una deslumbrante Lee Remick que ilumina cada plano en el que aparece).
Film sencillo y hermoso sobre una formas de vida que se acaban, sobre las raíces y la memoria de un pasado que ha de dejar espacio al progreso y a quienes están a tiempo de subirse a su tren, Río salvaje deja hablar a la tierra y a los paisajes, permite que sean los objetos, las miradas y los silencios, más que las palabras, quienes nos cuenten la historia. Kazan es consciente aquí de que una mecedora vacía puede decirnos mucho más que cualquier discurso grandilocuente y se acerca así, más que nunca, al cine de los grandes maestros como Ford, al que tanto admiraba.
Editada en DVD por Impulso.
TERESA RAQUIN (1953) de Marcel Carné
El escritor francés Émile Zola fue uno de los principales representantes del Naturalismo, ese movimiento ideológico y literario que, como ya se ha indicado aquí en otras ocasiones, tanta influencia ejerció en el posterior género negro. Entre sus más relevantes novelas, hay dos que demuestran claramente esa influencia y que tienen varios elementos comunes: Teresa Raquin (Thérèse Raquin, 1868) y La bestia humana (La bête humaine, 1890). La segunda fue llevada al cine en 1938 por Jean Renoir, en una adaptación estupenda bajo el mismo título, y en 1953 por Fritz Lang, dando como resultado una de sus obras maestras americanas: Deseos humanos (Human Desire).
Precisamente en 1953, Marcel Carné dirigió la adaptación homónima de Teresa Raquin, que supuso su mayor éxito -ganó el León de Plata en el Festival de Venecia- tras la ruptura profesional con el guionista Jacques Prévert y que, como curiosidad, era una de las cien películas preferidas de Akira Kurosawa.
La historia que nos cuenta les resultará muy familiar a los aficionados al cine negro, con las salvedades de que aquí la pareja de amantes no actúa por ambición económica (aunque esta sí aparece con relación a un personaje secundario y crucial) y de que la protagonista no es precisamente una femme fatale: la joven Teresa (Simone Signoret) está infelizmente casada con su primo Camille, un tipo enfermizo, aburrido e insoportable, dominado por una madre igual de insoportable, que vive con ellos. La aparición de Laurent (Raf Vallone), un atractivo camionero italiano, despierta en ella los instintos de la juventud que permanecían aletargados y le abre la puerta a la posibilidad de una nueva vida.
Pero estamos en territorio naturalista, en territorio negro, y ya sabemos que aquí la felicidad brilla por su ausencia, que aquí el que la hace la paga. Quien se deja llevar de manera irracional por sus instintos primarios, intentando alterar el orden establecido, acaba sucumbiendo a los giros de la suerte, al destino escrito, a la fatalidad.
Carné muestra a esos personajes que desean y odian, que chantajean y matan, que no se resignan a lo que les ha tocado en el sorteo sin recurrir a excesos melodramáticos, sin interferir tomando partido o juzgándolos, tan solo dejando que la realidad estropee naturalmente los guiones que habían intentado escribir para sus propias vidas.
Editada en DVD por Cinecom.