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LA CASA DEL HORROR (1927) de Tod Browning / LONDRES DESPUÉS DE MEDIANOCHE de Augusto Cruz
¿Existe aún alguna copia de La casa del horror (London After Midnight)? Esa es la pregunta que historiadores de cine y buscadores de leyendas se hacen todavía, a pesar de que oficialmente desapareció de manera definitiva en el incendio de un almacén de la Metro en 1967, sobre la que pasa por ser la película perdida más importante de la historia y una de las que más misterios ha levantado a su alrededor. Último film protagonizado por el gran Lon Chaney, que interpreta un doble papel de inspector de policía y de vampiro -impresionante su caracterización con capa alada, sombrero de copa y dientes de sierra-, supone además, al parecer, la primera aparición del personaje del vampiro en el cine norteamericano.
Las críticas de la época no la alabaron en exceso ni la consideraron entre los mejores trabajos de Tod Browning, pero lo cierto es que, a pesar de ello, su fama no ha dejado de crecer desde su estreno en 1927, en parte porque los aficionados al género de terror son muy proclives al culto por determinadas películas y en parte por todas las habladurías que se han generado en torno a ella: desde un crimen pasional en 1928 ordenado, según el asesino, por el vampiro protagonista, hasta el rumor de que existe una copia de la que se han organizado pases privados, pasando por la leyenda de que vampiros auténticos trabajaron en la película y por la maldición de que los cines que la proyectaban acababan destruidos por un incendio.
Y entre tanto misterio y a falta de sorpresa en forma de copia milagrosamente salvada, los cinéfilos podemos conformarnos con el montaje de 46′ -el original era de 72′- que la Turner estrenó en 2002 y que está disponible en la red, a base de fotogramas ordenados según el guion y con acompañamiento musical; con el remake sonoro, protagonizado por Bela Lugosi, que el propio Browning dirigió en 1935, La marca del vampiro (Mark of the Vampire) -film que goza de bastante prestigio, aunque a mí no me parece nada del otro jueves-, o con la lectura de la novela Londres después de medianoche (2014), escrita por el mejicano Augusto Cruz.
La ópera prima de Cruz la disfrutarán especialmente los cinéfilos aficionados también al género negro. Con influencias varias -el propio autor ha reconocido la de Dashiell Hammet y la de Ciudadano Kane (Citizen Kane, 1941), de Orson Welles, y la búsqueda de Rosebud-, y una mezcla prácticamente indisoluble de ficción y hechos reales fruto de una profusa investigación, Londres después de medianoche arranca con la entrevista entre Mc Kenzie, antiguo ayudante de J. Edgar Hoover en el FBI, y el famoso historiador cinematográfico y coleccionista Forrest Ackerman -personaje real y uno de los principales admiradores de la película de Browning-, quien quiere contratarlo para que intente encontrar alguna copia de la famosa película. Ritmo trepidante, cultura a raudales y un final sorprendente para una estupenda novela.
Le voy a contar una historia que empezó hace setenta y nueve años, cuando yo acababa de cumplir los once y usted ni siquiera había nacido: la serie de extraños sucesos que han rodeado a Londres después de medianoche, el filme perdido más buscado en la historia del cine.
Se me acusa de haber elevado a Santo Grial 5.692 pies de película de nitrato. De convertirlos, a través de mi revista Famous Monsters of Filmland, en el Necronomicón de nuestros días. De provocar que cientos de adolescentes, como caballeros de la Edad Media en busca de dragones y unicornios, huyeran de sus casas para perseguir con más fe que pruebas científicas esos siete rollos, que, tal como estuvieron por un tiempo las sagradas escrituras del mar Muerto, permanecen ocultos en algún mohoso sótano o protegidos por muerciélagos en un desván lleno de telarañas, en espera de ser recuperados. Pues bien, señor Mc Kenzie, me declaro culpable de todos los cargos.
Publicada por Seix Barral.
¡FELIZ 2018 PARA TODOS!
LAS PELÍCULAS DE MI VIDA (2016) de Bertrand Tavernier
Una de las películas que más he disfrutado este año es el documental Las películas de mi vida (Voyage à travers le cinéma français). De título español obviamente engañoso, el film es un recorrido apasionante para muy cinéfilos por la cinematografía francesa entre 1930 y 1970, tres horas de gran cine que no solo se hacen cortas, sino que dejan con ganas de, al menos, tres horas más.
Al igual que hacía Martin Scorsese en su «viaje» por el cine americano, Tavernier realiza una selección muy personal del cine que más le gusta y no necesariamente del más prestigioso. Así, en el documental tienen cabida desde imprescindibles como Renoir -quien, por cierto, no sale muy bien parado en el plano personal-, Godard, Becker o Carné -a quien Tavernier defiende ante la opinión de muchos de que no era nadie sin Prévert y el resto de sus colaboradores habituales- hasta cineastas demasiado olvidados como Jean Grémillon, Maurice Tourneur o Edmond T. Gréville, pasando por actores como Jean Gabin y músicos como Joseph Kosma, hasta el recuerdo de sus encuentros y colaboraciones con Jean-Pierre Melville o Claude Sautet, entre otros.
En resumen, un viaje a lo largo de cuatro décadas del cine francés para recordar alguna de nuestras películas preferidas y para descubrir a un buen puñado de cineastas que, como acostumbra a pasar, han quedado a la sombra de los grandes nombres.