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1793 de Niklas Natt och Dag
Comencé a leer 1793 (2017), como tantas otras novelas, sin apenas referencias: Estocolmo, finales del siglo XVIII, un asesino, dos investigadores y, en general, muy buenas críticas. Así pues, un poco a ciegas, no esperaba encontrarme más que un relato repleto de sangrientos asesinatos escrito con el suficiente oficio como para mantenerme enganchado durante unas pocas noches y, quizá, para ganarse el derecho a volver a ser leído en unos años, cuando mi ya maltrecha memoria hubiera olvidado el quién, el cómo y el porqué. Pero no, el debut literario de Niklas Natt och Dag no es simplemente otra novela de misterio entretenida, sino bastante más que eso; de hecho, cabe la posibilidad de que deje algo descolocado a más de un aficionado al género, de manera similar a como lo hizo en el cine Zodiac (2007), la obra maestra de David Fincher nunca suficientemente ponderada.
Patalea para acercarse al bulto. Al principio cree que estaba en lo cierto: no puede tratarse de un ser humano, deben de ser los despojos de un animal que habrán arrojado allí los mozos del carnicero y que, al expandirse sus tripas con los gases de la descomposición, ha terminado convertido en una especie de boya. Pero entonces el bulto gira y le muestra la cara.
No es un cadáver totalmente descompuesto, pero no tiene ojos: son unas cuencas vacías las que lo miran. No hay dientes tras los labios destrozados. Tan sólo el cabello conserva su lustre: la noche y el lago han hecho cuanto han podido por debilitar su color, pero es sin duda una melena rubia. Cardell intenta tomar aire, pero el agua le entra en la boca y lo hace atragantarse.
A pesar de resultar tremendamente adictivo, 1793 no es un texto de ritmo frenético, con sorpresas al final de cada capítulo, en el que el investigador de turno ha de detener a un asesino empapado en sangre. Nada de eso. En sus más de 400 páginas solo hay un asesinato, cometido, además, antes de que arranque nuestra lectura, y es la reconstrucción de dicho crimen, macabramente planificado, de las circunstancias en que se produjo y de la participación de quienes tuvieron relación con él lo que nos narra esta magnífica novela hasta, por supuesto, revelarnos la identidad del asesino y sus motivos.
Obra coral magistralmente estructurada, casi una crónica de sucesos en la que cobran gran importancia las circunstancias históricas, políticas y sociales y que se preocupa de reposar y detenerse en la descripción de ambientes, en diálogos inteligentes y sugerentes y hasta en la caracterización de sus secundarios, en absoluto funcionales, la ópera prima de Natt och Dag, primera parte de una anunciada trilogía, no solo entretiene sino que además deja poso, el que suele permanecer tras una atmósfera y unos personajes brillantemente escritos.
Bueno, señor Winge, si me disculpa, tengo más cosas que guardar antes de mi viaje. Ahora que lo he ayudado a dar con el rastro, sólo tiene que seguirlo hasta el bosque para encontrar a su presa. He notado cómo cambiaba su expresión: a mí no me engaña, ¡usted mismo es un lobo! He visto suficientes como para saberlo. Es un lobo o no tardará en convertirse en uno. Nadie puede correr con los lobos sin aceptar sus reglas. Tiene usted los colmillos y los ojos brillantes del depredador. Niega su sed de sangre, pero ésta emana de usted como si fuera un olor. Algún día tendrá los dientes manchados de sangre y sabrá que yo tenía razón. Su mordida será profunda. A lo mejor resultará ser el mejor lobo, señor Winge. Confío en que así sea. Buenas noches.
Traducción de Patricia Antón de Vez.
Publicada por Salamandra.
SONATA de Álvaro Mutis
Como la mayoría de los grandes escritores que cultivan tanto la prosa como el verso, el colombiano Álvaro Mutis es mucho más conocido por sus novelas, sobre todo por las siete cuyo protagonista es Maqroll el gaviero, que por sus estupendos poemas. Aquí os dejo «Sonata», uno de mis preferidos, perteneciente al libro Los trabajos perdidos (1965).
SONATA
Otra vez el tiempo te ha traído
al cerco de mis sueños funerales.
Tu piel, cierta humedad salina,
tus ojos asombrados de otros días,
con tu voz han venido, con tu pelo.
El tiempo, muchacha, que trabaja
como loba que entierra a sus cachorros,
como óxido en las armas de caza,
como alga en la quilla del navío,
como lengua que lame la sal de los dormidos,
como el aire que sube de las minas,
cono tren en la noche de las páramos.
De su opaco trabajo nos nutrimos
como pan de cristiano o rancia carne
que enjuta la fiebre de los ghettos.
A la sombra del tiempo, amiga mía,
un agua mansa de acequia me devuelve
lo que guardo de ti para ayudarme
a llegar hasta el fin de cada día.