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ESTACIÓN CENTRAL (1958) de Youssef Chahine
Teniendo en cuenta que la cinematografía africana sigue siendo prácticamente desconocida en occidente, al menos para la mayor parte del público, es probable que el director egipcio Youssef Chahine siga siendo su figura más popular y de mayor prestigio, gracias sobre todo a Estación central (Bab el hadid) -conocida quizá más por su título en inglés, Cairo Station-, una de las primeras películas en abrir las puertas del cine realizado en África al resto del mundo y, para los amantes de las etiquetas, un film que bebe claramente tanto del neorrealismo como del género negro. En mi opinión, es principalmente este segundo aspecto el que consigue que aún hoy siga siendo una impresionante película.
Chahine nos muestra una ciudad, El Cairo, que va dando muestras de apertura a la modernidad occidental y en la que los trabajadores intentan salir adelante en condiciones precarias defendiendo sus derechos por medio de una organización sindicalista. En medio del trasiego diario, un escenario clave, la estación de trenes, y nuestro protagonista, Qinawi, un vendedor de periódicos tullido y no demasiado espabilado (interpretado estupendamente por el propio Chahine) que llevará su obsesión por una vendedora de refrescos, maltratada por el tipejo con el que va a casarse, hasta las últimas consecuencias. Ambos elementos, el espacial y el argumental, presencias recurrentes en el cine negro, hacen que Estación central, sin contarnos exactamente lo mismo, se hermane en mi imaginario particular con aquella historia sobre una bestia humana que llevaron a la pantalla Jean Renoir, Fritz Lang y, en Argentina, Daniel Tynaire.
Como señalaba al comienzo, es esta parte más negra la que eleva el film a sus cotas más altas y la que creo que importa más a Chahine. Gracias a su clara voluntad de estilo, y a la estupenda fotografía de Alevise Orfanelli, consigue una serie de secuencias de extraordinaria potencia visual, como la que nos muestra a Qinawi comprando un cuchillo con fines nada buenos, la del acuchillamiento de una muchacha en un almacén o la que cierra la película, situada entre las vías del tren. Estas y otras muchas redondean una gran obra cinematográfica habitada por personajes nada maniqueos, repleta de tensión, erotismo y violencia, y que ante todo deja bien a las claras la influencia en ella del mejor cine negro norteamericano, principal razón, seguramente, de su vigencia.