Archive for the ‘Literatura portuguesa’ Category
ODAS DE RICARDO REIS de Fernando Pessoa
Como el propio Fernando Pessoa dejó escrito, las Odas de Ricardo Reis (Odes de Ricardo Reis) -uno de los muchos heterónimos creados por el autor portugués- representan la vertiente más epicúrea de su poesía y expresan, por medio de una voz pagana y nihilista, cómo debemos conformarnos con alcanzar una vida contemplativa de relativa calma que nos proporcione la ilusión de una libertad y una felicidad, en realidad, inalcanzables, renunciando para ello a los falsos placeres mundanos que nos engañan y nos transforman.
Aquí os dejo las odas 3 y 29, dos de mis preferidas.
Oda 3
No tengas nada en las manos
ni un recuerdo en el alma,
que cuando te pongan
en las manos el óbolo último,
al abrirte las manos
nada te caerá.
¿Qué trono quieren darte
que Átropos no te quite?
¿Qué laureles que no se mustien
en los arbitrios de Minos?
¿Qué horas que no te hagan
de la estatura de la sombra
que serás cuando estés
en la noche y al final del camino?
Coge las flores pero suéltalas,
de las manos apenas las miraste.
Siéntate al sol. Abdica
y sé rey de ti mismo.
Oda 29
A la patria, mi amor, prefiero rosas,
y antes magnolias amo
que fama y que virtud.
Mientras la vida no me canse, dejo
pasar por mí la vida
si sigo siendo el mismo.
¿Qué importa a aquel a quien ya nada importa
que uno pierda y otro venza,
si ha de amanecer siempre,
si cada año con la primavera
aparecen las hojas
y en el otoño cesan?
El resto, esas otras cosas que los humanos
añaden a la vida
¿qué aumentan a mi alma?
Nada, salvo la sed de indiferencia
y la blanda confianza
en la hora fugitiva.
Traducción de Ángel Campos Pámpano para Editorial Pre-Textos.
HOMBRES IMPRUDENTEMENTE POÉTICOS de Valter Hugo Mãe
Entre las novedades literarias de este año que acaba, una de las más singulares, ya desde su precioso título, es Hombres imprudentemente poéticos (Homens imprudentemente poéticos, 2018), la última novela hasta la fecha de Valter Hugo Mãe. Y utilizo el término «novela» aunque en puridad no se ajuste exactamente a la naturaleza del texto, lo cual puede servir de aviso ya de inicio para muchos navegantes.
Su delgado argumento nos lleva a una aldea japonesa y a la confrontación entre dos de sus vecinos: Itaro, un artesano fabricante de abanicos que vive con su hermana ciega, Matsu, y con su criada, Kame, y Saburo, un alfarero que cuelga el kimono de su esposa, asesinada al parecer por un espíritu, en el espantapájaros de su jardín para que, de algún modo, continúe acompañándolo. El odio entre ambos hombres y el deseo de verse muertos será el núcleo de esta novela protagonizada en realidad por la magia, las creencias, los rituales y la belleza del Japón tradicional.
Encabezada por una cita del gran escritor Yasunari Kawabata y dedicada a los cineastas Yasujiro Ozu y Hayao Miyazaki, Hombres imprudentemente poéticos es una extraordinaria obra escrita a contracorriente, ajena a modas o escuelas, en la que la sintaxis, la significativa ausencia del adverbio «no», las sugerentes expresiones y palabras y sus hermosas connotaciones consiguen unir sutilmente prosa y poesía hasta hacerlas inseparables, como si fueran un mismo género.
Sospecho que estamos ante una novela que, al menos en nuestro país, no encontrará demasiados lectores y que, probablemente, su autor sea consciente de ello; sospecho que Valter Hugo Mãe también sea, en cierto modo, un hombre imprudentemente poético.
Para sentir la ilusión de algún alivio, Matsu comenzó a contar historias tontas acerca de la vecindad. Escuchaba las conversaciones de quienes pasaban por el camino. En algunas ocasiones, abandonaban su recorrido e iban a saludarla, elogiando sus maneras recatadas al sol. Y la joven reconocía las voces y los olores, la pisada e incluso el sonido de los tejidos mejores y peores. Por el sonido, Matsu distinguía a las personas y las memorizaba sin confusión. Por simpatía, a las pocas personas de la comunidad les gustaba alegrar a la joven ciega, contándole tan solo peripecias simpáticas, aventuras y asombros cómicos que servían de ayuda para cargar con la oscuridad. Por la noche, sin ignorar lo terrible de la vida pero queriendo a su vez alegrar a su hermano y a su madre de cerca, Matsu hablaba, a menudo inventando versiones propias de los rumores más simples, otorgándoles mayor grandeza y mayor interés. Lentamente, por afecto, el artesano Itaro y la señora Kame se entregaban a la satisfacción de aquel instante. Podía ocurrir que protestasen por la difícil verosimilitud de los relatos, podía ser que añadiesen datos que ellos habían escuchado durante los breves descansos de su trabajo, o podía pasar que tan solo riesen. Estaban vivos y juntos, pensaban. Estaban vivos y juntos. La felicidad podía ser aquello. Matsu, por incapacidad de contenerse, decía aquello mismo: la felicidad está en la atención a un detalle. Como si el resto se ausentase para admitir la fuerza de un instante perfecto.
Traducción de Martín López Vega.
Publicada por :Rata_
ESCALOFRÍO EN LA TARDE de Eugénio de Andrade
Del poeta portugués Eugénio de Andrade (1923-2005), seudónimo de José Fontinhas, los versos de Escalofrío en la tarde, poema que pertenece al libro Los surcos de la sed (Os sulcos da sede,2001) y que puede encontrarse en la antología Todo el oro del día, a cargo de Ángel Campos Pámpano y publicada por Pre-Textos.
ESCALOFRÍO EN LA TARDE
No sé quién, ni en qué lugar,
pero alguien se me debe haber muerto.
He sentido esa muerte en un escalofrío de la tarde.
Algún amigo, uno de los varios
que no conozco y sólo la poesía
sustenta. Quizá la muerte fuese
otra: un pequeño reptil
al sol súbito y caliente de marzo
aplastado por un golpe certero;
un perro atropellado por un bruto
que, al volante, se cree un dios
de arrabal, con éxito seguro
entre las tres o cuatro putas de turno.
Quizá la de una estrella, porque también
ellas mueren, también ellas mueren.
ARREPIO NA TARDE
Não sei quem, nem em que lugar,
mas alguém me deve ter morrido.
Senti essa morte num arrepio da tarde.
Qualquer amigo, um dos vários
que não conheço e só a poesia
sustenta. Talvez a morte fosse
outra: un pequeno réptil
no sol súbito e quente de março
esmagado por pancada certeira;
um cão atropelado po um bruto
que, ao volante, se julga um deus
de arrabalde, com sucesso garantido
junto de três ou quatro putas de turno.
Talvez a de uma estrela, porque também
elas morrem, também elas morrem.