Archive for the ‘Literatura rumana’ Category
LA RUINA DE UNA UTOPÍA de Mircea Cartarescu
Aquí os dejo «La ruina de una utopía», del gran escritor rumano Mircea Cartarescu, una breve y preciosa reflexión sobre la magia de la literatura. Forma parte del libro El ojo castaño de nuestro amor (Ochiul caprui al dragostei noastre, 2015), una extraordinaria y muy personal colección de textos. Quien se anime a descubrirlo que no se pierda sobre todo el relato autobiográfico que da nombre al libro, una obra maestra.
Siempre, cuando en el período irreal de las fiestas navideñas me levanto muy temprano y las ventanas están completamente heladas, y a través de su cristal deformado la nieve oblicua cae con saña, y yo estoy inquieto en la cocina con la luz encendida -en algún sitio de las profundidades de la casa suena un despertador- tengo la misma visión de lector maleado. Mientras bebo el café ardiente, sueño con el Libro. Más descabellado que Cien años de soledad, más profundo que El castillo, más infinito que En busca del tiempo perdido. Imagino un gran equipo de escritores trabajando durante varias generaciones en un solo libro que se pueda leer desde la infancia, cuando empiezas a distinguir las letras, hasta el lecho de muerte, cuando ya no las distingues. Un libro que reemplace tu vida, pero sin los momentos, los días, los meses, los años monótonos de la vida. En la adolescencia, acurrucado en la cama, solía leer algunas veces desde la mañana hasta la noche, se me olvidaba comer y casi respirar porque las páginas -que, de hecho, casi no veía- describían a gente de verdad, nubes de verdad, ciudades de verdad, pero cuando levantaba los ojos, no veía más que sombras desoladoras. Me daba cuenta de que anochecía solo cuando las páginas se volvían rojas como el fuego antes de tornarse cenicientas.
El drama de mi vida empezó después, cuando en vez del Libro me vi obligado a vivir la realidad. Me temo que de ahora en adelante nadie va a vivir en los libros, tal y como han hecho mi generación y las precedentes. Y que la utopía de la lectura quedará por ahí, en una colina lejana, como un gran laberinto en ruinas.
Traducción de Marian Ochoa de Eribe.
Publicado por Impedimenta.
EL RULETISTA de Mircea Cartarescu
Para empezar el 2013, una novela corta, de apenas 50 páginas, titulada El Ruletista (Ruletistul, 1993), que en España se puede encontrar publicada de manera individual o integrada en el libro Nostalgia. Su autor, el escritor rumano Mircea Cartarescu, comienza ya a sonar como un firme candidato al Nobel de los próximos años.
El narrador de la novela, un escritor anciano que ve próxima su muerte, rememora en su última obra la época en que conoció al Ruletista, un tipo poco recomendable que, en una última huida hacia adelante, comienza a frecuentar los ambientes en los que se juega a la ruleta rusa. Pronto se convertirá en el jugador más famoso y rico de la ciudad, desafiando en sus intervenciones a todas las leyes de la fortuna y mirando a la muerte cara a cara, aunque quizás no sea buena suerte lo que le sobra en realidad al Ruletista.
De lectura sencilla, rápida e intensa, casi febril, El Ruletista es un magnífico y preciso texto sobre la condición humana y la autodestrucción, pero también sobre lo real y lo ficticio, lo vivido y lo soñado, y sobre la propia creación literaria. En algunos fragmentos puede recordarnos a Dostoievski; en otros, al Borges de Las ruinas circulares. Inevitablemente, consigue que volvamos a las mítica escenas en que Christopher Walken jugaba a la ruleta rusa en El cazador (The Deer Hunter, 1978), la obra maestra de Michael Cimino.
El hombre sobre el que escribo aquí tenía un nombre cualquiera que todo el mundo olvidó porque, al poco tiempo, ya era conocido como «el Ruletista». Al decir «el Ruletista» se referían solo a él, aunque ruletistas hubiera bastantes. Lo recuerdo con nitidez: una figura hosca, un rostro triangular sobre un cuello largo, pálido y delgado, de piel seca y cabellos rojizos. Ojos de mono amargado, asimétricos, creo que de diferente tamaño. Causaba una cierta impresión de desaliño, de suciedad. Ese mismo aspecto presentaba tanto con sus harapos de la granja como con los esmóquines que vestiría más adelante. ¡Dios mío, qué tentado estoy de escribir una hagiografía, de arrojar una luz transfinita sobre su rostro y de ponerle fuego en la mirada! Pero tengo que apretar los dientes y tragarme estos tics miserables. El Ruletista tenía una cara sombría, como de campesino pudiente, con la mitad de los dientes de metal y la otra mitad de carbón. Desde que lo conocí y hasta el día de su muerte (por culpa de un revólver, pero no de un balazo) presentó siempre el mismo aspecto. Y, sin embargo, ha sido el único hombre al que le fue concedido vislumbrar al infinito Dios matemático y luchar cuerpo a cuerpo con él.
Traducción de Marian Ochoa de Eribe Urdinguio.
Publicada por Impedimenta.