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ESTRELLA NUBLADA (1960) de Ritwik Ghatak
Nita es una alegre muchacha que vive en las afueras de Calcuta con sus padres, su hermana menor y sus dos hermanos, uno de los cuales, Shankar, renuncia a buscar trabajo porque aspira a ser un gran cantante y se pasa el día practicando. El sueldo que gana Nita en una oficina supone casi el único sustento de la familia, y más aún cuando su otro hermano y su padre sufren sendos accidentes de gravedad. Aunque sueña con una vida mejor lejos de donde vive, la joven aguanta estoicamente su situación, pero acaba por derrumbarse -termina siendo una estrella nublada– cuando su novio es seducido por su hermana y al contraer la tuberculosis. En ese momento, solo Shankar, convertido ya en una celebridad, podrá devolverle a Nita todo lo que hizo por él.
Ante una película india repleta de canciones y con semejante sinopsis, probablemente muchos espectadores, incluso cinéfilos, se batan en retirada; pero quienes se animen a descubrir una cinematografía repleta de grandes obras -y mucho más influida por la occidental de lo que puede parecer a primera vista- se encontrarán ante la gran belleza del cine, esa que no entiende de argumentos poco atractivos ni, menos aún, de fronteras.
Belleza que nos llega desde ya desde los planos que dan comienzo al film: la diminuta figura de Nita pasa por debajo de un enorme árbol y se va acercando hasta el lugar donde su hermano Shankar, sentado en segundo término, está cantando. A lo lejos, un tren -motivo recurrente durante todo el metraje- surca el horizonte, quizá hacia esos lugares a los que Nita ansía irse. Fotografía clara y luminosa -que se irá oscureciendo a medida que avanza la historia- y una tremenda profundidad de campo nada gratuita para presentarnos a los dos personajes principales y el símbolo de los sueños de la protagonista.
A lo largo de las siguientes dos horas, esa lección de cine nos seguirá acompañando en multitud de momentos maravillosos: la expresión en el rostro de Nita, mezcla de tristeza e impotencia, al bajar la escalera tras descubrir en el apartamento de su novio a su hermana; la escena en la oscuridad del hogar, en la que Shankar anima a Nita a cantar juntos una preciosa y optimista balada con el fin de levantarle el ánimo, aunque esa felicidad, con la muchacha al límite de sus fuerzas, será solo pasajera, o la secuencia final, con un Shankar derrotado que vuelve a ver en la calle a una muchacha a la que, en un momento anterior del film, había confundido con su hermana, que nos sugiere de manera brillantísima que la historia de Nita es también la de muchas otras jóvenes y que me recuerda, por su significado, a la que filmó Mankiewicz para ponerle el The End a su Eva al desnudo (All About Eve, 1950).
Película de sentimientos a flor de piel, con una interpretación deslumbrante de la actriz Supriya Choudhury y un concepto vehemente del melodrama quizá cercano a las producciones de Hollywood, lo que le reportó en su momento al director Ritwik Ghatak críticas negativas por parte de algún que otro colega de profesión en su propio país, Estrella nublada (Meghe Dhaka Tara) es considerada hoy por algunos críticos una de las películas más hermosas de la historia del cine. Tan solo es necesario dejar a un lado algunos prejuicios para comprobar cuánto hay en esa afirmación de cierto.
THIS IS SPINAL TAP (1984) de Rob Reiner
En mi opinión, Rob Reiner nos ofreció lo mejor de su filmografía en sus inicios como cineasta durante los años 80. En esa década realizó cuatro estupendas películas, tres de ellas, además, muy populares: Cuenta conmigo (Stand by Me, 1986), La princesa prometida (The Princess Bride, 1987) y Cuando Harry encontró a Sally (When Harry Met Sally, 1989). La cuarta en discordia, y la que supuso su debut en el largometraje, se titula This is Spinal Tap, una gamberrada divertidísima en clave de falso documental que nos cuenta las andanzas de los gañanes que forman la banda británica Spinal Tap y su catastrófica gira por los Estados Unidos.
Alternando las típicas entrevistas, realizadas por el propio Reiner, en las que los miembros del grupo demuestran toda su cultura e inteligencia (impagables el relato de cómo han ido muriendo los anteriores baterias de la banda y la explicación de uno de los líderes sobre las influencias recibidas para su última y más delirante composición) con las actuaciones en vivo (las pocas que no son suspendidas), This is Spinal Tap le pega un repaso sin tregua a todos los tópicos que rodean al mundo de las estrellas de rock, representadas aquí por unos impresentables que rellenan sus leotardos con pepinos y que son capaces de perderse en el trayecto de los camerinos al escenario.
Contraindicada para aficionados a este tipo de música con poco sentido del humor, This is Spinal Tap es lo más parecido a las grandes comedias de los Monty Python: humor inteligente, a menudo absurdo, y noventa minutos de carcajadas aseguradas.
Editada en DVD por Avalon.
THE SADDEST MUSIC IN THE WORLD (2003) de Guy Maddin
Año tras año buena parte de la crítica y de los festivales de cine se empeña en descubrirnos a cineastas que, supuestamente, aportan un soplo de aire fresco al anquilosado séptimo arte y revolucionan el marchito lenguaje de la imagen y sus reglas narrativas: son los nuevos gurús del cine. Sus nombres son reverenciados en pedantes tertulias cinéfilas y, a juzgar por los elogios y los premios recibidos, parece que de haber nacido cincuenta años antes Orson Welles y John Ford habrían empeñado su cámara y se habrían dedicado a la fontanería o al asunto del andamio. ¿De verdad que no has visto aún sus películas? ¿A qué coño esperas? Si sigues siendo un ignorante durante unos meses más corres el grave riesgo de que estos genios caigan en el olvido sin que hayas citado ni una sola vez sus habitualmente impronunciables nombres. Tendrás entonces que seguir buscando ese remedio infalible contra tu habitual insomnio, mientras sigues escuchando las campanadas a medianoche y vuelves a recordar qué verde era tu valle.
Pero como, parafraseando al Borges lector de Lovecraft, la curiosidad sigue pudiendo más que el miedo, uno acaba siempre por encontrar algo que vale la pena entre tanta mandanga disfrazada de innovación. Y no es que Guy Maddin vaya a engrosar la lista de mis cineastas de cabecera ni que me disponga a recomendar sus películas a diestro y siniestro, pero en el poco cine suyo que he visto, especialmente en The saddest music in the world, sí he encontrado lo suficiente como para creer que no estoy ante otra tomadura de pelo.
Con la ayuda en el guión del gran escritor británico Kazuo Ishiguro, con unas gotas del David Lynch más extravagante y del Fellini más circense, recuperando buena parte de los recursos cinematográficos del cine mudo (incluyendo una preciosa pero voluntariamente desgastada fotografía en blanco y negro) y recordándonos el clásico de Tod Browning Garras humanas (The Unknown, 1927), Maddin nos narra (es un decir) la historia del concurso que convoca la reina de la cerveza de Winnipeg (interpretada por Isabella Rossellini, habitual en el cine del director canadiense) para encontrar la canción más triste del mundo. El género fantástico, el musical y las historias de amor más atormentadas se alían para ofrecernos algo que nos parece completamente nuevo pero que mira de reojo a los clásicos.
Editada en DVD por Cameo.
MUCHAS GRACIAS, MR. SCROOGE (1970) de Ronald Neame
Cuento de Navidad, de Charles Dickens, es probablemente uno de los textos literarios que más veces han sido llevados a la pantalla, acercándolo a la comedia o al terror, respetando la época que muestra o adaptándolo a nuestros tiempos, mediante la animación digital o, incluso, con los Teleñecos como protagonistas.
Desde que la vi siendo un enano, siempre le he tenido cariño a Muchas gracias, Mr. Scrooge (Scrooge), la versión musical dirigida por Ronald Neame. Antes la pasaban por televisión casi tanto (igual es imposible) como ¡Qué bello es vivir! (It´s a wonderful life!, 1946), la obra maestra de Frank Capra, pero ya hace años que se han olvidado de ella, así que no estaría mal recuperarla para estos días. En ella encontraréis buenas canciones, una ambientación espectacular -como suele ocurrir, por otra parte, en el cine británico-, el espíritu navideño acompañado de unas gotas de miedo, y las ganas, al terminar de verla, de ser un poquito mejores. Todo ello con las enormes presencias de dos monstruos como Alec Guinnes, en el papel del fantasma de Jacob Marley, y Albert Finney, dando vida al avaro Ebenezer Scrooge.
Editada en DVD por Paramount.
¡FELIZ NAVIDAD PARA TODOS!
CAMELOT (1967) de Joshua Logan
Los aficionados al cine a los que no les gusta demasiado Camelot suelen argumentar que la película es infantil, ingenua y en muchos momentos ridícula. Y en parte tienen razón. La historia del niño Arturo, al que apodan Verruga, que se convierte en rey sin pretenderlo, del rey Arturo que sigue siendo un niño y que subido a los árboles sueña con la utopía de un reino perfecto, en el que desaparezcan las guerras y los caballeros recojan flores junto a sus damas al son de las canciones de Lerner y Loewe, y donde los conflictos sean solucionados ante un tribunal y no a base de golpes, es maravillosamente infantil, maravillosamente ingenua y, por tanto, en absoluto ridícula. Y afortunadamente nunca abandona del todo ese traje de cuento imposible. Ni siquiera cuando la película se oscurece y se vuelve triste, y Arturo y Ginebra bailan y giran como dos críos hasta terminar mirándose sabiendo que su tiempo se acaba. El amor entre Lancelot y Ginebra y las intrigas de Mordret consiguen que los caballeros de la tabla redonda se rebelen y se levanten en armas. La Arcadia con que soñaba Arturo ya no será posible. Camelot se desmorona.
Pero por suerte no todo está perdido. Antes de la batalla final aparece un chico que dice haber oído hablar de Camelot y de su tabla redonda, y que quiere servir al rey. Arturo le nombra caballero y le aleja del campo de batalla. Y le grita que corra y que cuente lo que una vez fue Camelot, y que nunca lo olvide. Arturo ha ganado su batalla. Y entonces, desde el mismo instante en que la música se eleva de nuevo sobre las imágenes, justo antes de que la magia desaparezca y volvamos al mundo real, sabemos ya que Camelot será para siempre una de las películas de nuestra vida.
PENNIES FROM HEAVEN (1981) de Herbert Ross
El musical, uno de los géneros de mayor éxito en la historia del cine norteamericano, ha sido casi totalmente borrado de las pantallas. Que yo recuerde, el último intento serio de realizar un gran film del género fue Chicago (2002) de Rob Marshall, pero no me entusiasmó demasiado. Todo lo contrario que Pennies from heaven (no confundir con la película de igual título de 1936, dirigida por Norman Z. McLeod y protagonizada por Bing Crosby), que me parece el último de los grandes musicales hasta la fecha.
El film de Herbert Ross es además uno de los más originales y arriesgados, ya que, aunque tiene momentos cómicos, es un dramón ambientado en los tiempos de la Gran Depresión, en el que la pobreza, la desesperación, el crimen y la pena de muerte se condimentan con unas coreografías y una banda sonora de las que hacen época. Probablemente esa extrañeza que puede despertar a primera vista, unida a la presencia de actores y actrices poco habituales en el drama y el musical como Steve Martin y Bernadette Peters, fuera la causa de que más de uno se quedara desconcertado en su momento y la película resultara un fracaso, pero siempre ha tenido sus fieles defensores que la hemos considerado una obra maestra a reivindicar. Y es que ver a un Christopher Walken completamente desatado cantando, bailando, y haciendo un strip-tease sobre la barra de un local, o al pobre Vernel Vagneris que, tras abrirse las cristaleras de un bar como si fueran el telón de un escenario, interpreta el tema que da título al film mientras llueven monedas del cielo, es más que suficiente para que Pennies from heaven merezca más complicidades de las que obtuvo hace ya casi treinta años.
There´s a world on both sides of the rainbow where songs come true
and everytime it rains, it rains…pennies from heaven.
EL FANTASMA DEL PARAÍSO (1974) de Brian De Palma
Vi por primera vez El fantasma del paraíso (Phantom of the Paradise) hace una pila de años en Televisión Española, cuando el ente público aún no era tan terrorífico como el que acosaba a Barbara Hershey en el film de Sidney J. Furie y, además de películas, solía ofrecer buen cine. Recientemente tuve ocasión de volver a verla en un pase de la Filmoteca, temiendo que uno de los dos hubiese envejecido mal y que no respondiese al buen recuerdo que me dejó. Nada de eso.Volví a pasármelo como el enano que era en nuestra primera cita.
Tomando elementos prestados de El fantasma de la ópera de Gaston Leroux, El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde, y el Fausto de Goethe, y con algunos recursos propios del cine mudo y del cómic, De Palma se cocina una gamberrada poblada por personajes extravagantes y caricaturescos, un film originalísimo a caballo entre el terror, la comedia salvaje y el musical que arremete contra el mundo de la popularidad, los fans y el éxito a cualquier precio. Y, como no podía ser de otro modo tratándose de un film de De Palma, aparece también el consabido homenaje a Hitchcock, esta vez en una divertida parodia del asesinato en la ducha de Psicosis.
¿La mejor película de su director? Siendo un poco rigurosos quizás habría que acudir a las imágenes de Fascinación (Obsession, 1976), Atrapado por su pasado (Carlito´s way, 1993), o La Dalia Negra (The Black Dahlia, 2006), los tres films donde, en mi opinión, mejor aprovecha Brian De Palma lo asimilado desde el cine de Hitchcock, Scorsese y Orson Welles. Pero, para los que no siempre tragamos con el virtuosismo y la brillantez visual tantas veces hueca de este cineasta, El fantasma del Paraíso supone un soplo de aire fresco entre tanto fuego de artificio.
Editada en DVD por Fox
CITA EN ST. LOUIS (1944) de Vincente Minnelli
Vincente Minelli, director de obras maestras como Cautivos del mal (The bad and the beautiful, 1952), es conocido sobre todo como creador de grandes musicales, entre los que destaca Melodías de Broadway 1955 (The band wagon, 1953), para mí el mejor de todos los musicales clásicos. En 1944 ya le había dado al género, con su tercera película, una de sus obras mayores: Cita en St.Louis (Meet me in St.Louis), film repleto de humor, alegría y canciones maravillosas. De entre sus escenas destaca la que transcurre en Navidad, cuando Esther (Judy Garland) intenta consolar a su hermana pequeña Tootie (Margaret O´Brien) porque la familia ha de trasladarse de St.Louis a New York, y le canta Have yourself a merry little Christmas, una de las más hermosas canciones navideñas de siempre, compuesta para la ocasión por Hugh Martin y Ralph Blane.
Editada en DVD por Warner.
¡ Feliz Navidad a todos!!!!!!!!!